Desazón en CDC al ver el abismo que la separa de la CUP

FIDEL MASREAL / XABI BARRENA / BARCELONA

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«Odio, odio y mucho odio, rabia y vergüenza». Es lo que clamaba la número dos de la CUP, Anna Gabriel, durante la Diada del 2013 en un mitin contra «el rescate bancario, las privatizaciones, puertas giratorias y beneficios millonarios». Escuchar su vehemente proclama anticapitalista y repasar después los discursos de Artur Mas de ese mismo año sobre el Govern business friendlybusiness friendly, la austeridad y los recortes es constatar la distancia sideral entre CDC y la fuerza asamblearia. A medida que se digiere el 27-S, cunde en el partido de Mas la preocupación por este abismo, no solo pensando en la investidura del president sino también, e incluso todavía más, en los problemas de la gobernabilidad futura.

La arimética es diabólica: un resultado peor de Junts pel Sí habría dejado claro que el proceso embarrancaba. Un mejor registro le habría dado la batuta sin discusión. Pero quedar en manos de la CUP ha hecho que el desánimo empiece a calar en las filas convergentes. Mientras la versión oficial sostiene que el proceso seguirá adelante («ens en sortirem», es la frase más repetida), hay quien habla de sensaciones «agridulces» y quien apunta directamente a otros escenarios. Léase nuevas elecciones o un pacto distinto en el que pueda intervenir el PSC tras las generales.

Programa y espacio político

Respecto al programa electoral, la complicación reside en aunar a CDC, en pleno proceso de refundación y con un creciente debate interno de ideas y nombres, con una fuerza que cuestiona el sistema. Pactar con la CUP, argumentan los buenos conocedores de CDC, tendría el coste de desplazar al partido más allá de su espacio natural, el de una fuerza que dice ser de centro, liberal y en ciertos aspectos socialdemócrata. Si algunos ya vieron en el pacto con ERC riesgos ideológicos, la alianza con una fuerza que hace bandera de la desobediencia se antoja quimérica.

Por ejemplo, para aprobar presupuestos. O para tirar adelante leyes. O para dotar económicamente los planes de choque sociales que exige la CUP. A todo ello añádase una cuestión previa, cronológicamente hablando: la investidura. Para CDC sigue siendo impensable plantear presidencias rotatorias o relegar a Mas a una vicepresidencia. Lo cual, además, obligaría a un pacto de caballeros para cambiar la ley de la presidencia y del Govern después de la investidura. ¿Plan B? De momento no existe, pero algunas voces sugieren  que los trámites pueden alargarse hasta después de las generales y entonces, en función del escenario, tal vez sea posible explorar si el PSC se aviene a facilitar la investidura para abrir una nueva etapa.

ERC, ante el pulso

Pero entonces el papel de ERC sería el que tomaría relieve. Los republicanos tratan de aparecer como la rótula para lograr un pacto sobre programa y hoja de ruta. No sin reconocer en privado que a uno y otro lado se está librando un pulso gigante de solución incierta. Con todo, los republicanos se muestran esperanzados en que CDC y la CUP alcanzarán un acuerdo.

Por si el mapa no fuera suficientemente complejo, la precampaña de las generales dificulta negociar sin tensión. Tensión que ayer en Barcelona fue evidente en un acto que reunió a Mas con la cúpula del poder judicial, con el ministro Rafael Catalá a la cabeza. El president y el ministro se vieron en una sala antes de los discursos, sin diálogo. Y en las intervenciones, intercambio de dardos. Mas dijo que «la utilización partidista de la justicia puede hacer disminuir el sustento democrático», y tanto Catalá como el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, avisaron de que no cumplir la ley no es posible.  «Nunca ha de ser considerado un desafío» el obligar a cumplir el marco legal, dijo Lesmes en la apertura de la Unión Internacional de Magistrados pocos días después de la imputación de Mas por el 9-N.

El ministro no le fue a la zaga e invocó unas recientes palabras del rey Felipe VI en Barcelona, y también ante Mas, en las que defendió que «el respeto a la ley nunca ha sido ni puede ser un trámite, una formalidad».

El ministro invocó, pues, al Rey ante un president que, para mantener su cargo, ha de negociar con una fuerza que no solo es antimonárquica sino contraria al sistema capitalista, a la UE y el euro. CDC teme que las cesiones a la CUP desdibujen su espacio político en un momento de turbulencias por el caso Palau y por la sucesión de Mas que ya ha empezado a cocerse, discretamente. Refundarse ya es una tarea difícil. Hacerlo con un ojo puesto en la CUP puede convertirse en suicida.

Mas, "cobarde"

Fuentes de la Moncloa calificaron ayer a Mas de «cobarde». Tiene «miedo de someterse a la justícia y esperar una sentencia», espetó por la tarde José Luis Ayllón, secretario de Estado de relaciones con las Cortes.