EL NUEVO RETO DE LAS FUERZAS ARMADAS

Defensa multiplica su presencia en África para combatir la yihad

MAYKA NAVARRO
BAMAKO Enviada especial

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Ha sido poco a poco, casi sin darnos cuenta, pero en los últimos tiempos el Ejército español ha multiplicado su presencia en el África subsahariana hasta alcanzar los 398 militares repartidos en misiones en Yibuti, Somalia, Mali, Senegal, Gabón y República Centroafricana. España se juega mucho en el Sahel. Por solidaridad y por la propia seguridad, el ministro de Defensa, Pedro Morenés, apuesta por combatir el yihadismo en sus territorios, comprometiéndose en una mejor instrucción de los ejércitos africanos.

Mali es un buen ejemplo de esa estrategia. Con 16 millones de habitantes y una media de siete hijos por  mujer, el tercer mayor productor de oro de África -pero que está entre los 25 países más pobres del mundo- pidió en enero del 2013 auxilio internacional ante el temor de que los grupos yihadistas que habían desplazado la rebelión tuareg del norte se apoderaran de la capital, Bamako. Francia lanzó la operación Serval, y España contribuyó con un avión de transporte del Ejército del Aire desde Dakar que ya ha realizado 1.700 horas de vuelo apoyando a los militares franceses moviendo sus tropas o material.

A ORILLAS DEL NÍGER / A 60 kilómetros de Bamako por una carretera que transcurre en paralelo al río Níger, está la base de Koulikoro. La Escuela Interarmas del Ejército maliense acoge la misión europea EUTM Mali a la que contribuyen 23 países de la Unión y que tiene como objetivo refundar el Ejército maliense, desintegrado tras las revueltas del norte.

España, con 114 militares entre Bamako y Koulikoro, es el segundo país que más aporta. Unos 80 soldados con una veintena de blindados forman la compañía de protección de la base, que también hace misiones de escolta y actúa como fuerza de reacción. Además, 22 instructores enseñan en inglés y francés operaciones especiales y manejo de artillería. Ese es el modelo que defiende Morenés en África, ayudar a mejorar las capacidades pero no repetir la estrategia de Afganistán de combatir en primera línea de fuego.

El teniente coronel José Luis Descalzo, jefe del contingente español, reconoce las dificultades de la misión: «No es fácil reeducar a todo un Ejército con una larga tradición». No lo dice al azar. Entre los alumnos hay militares con más de 20 años de experiencia. Y advierte de que queda mucho por hacer.

La sangrienta batalla de Kidal, el pasado mayo, en la que violentos combates enfrentaron al Ejército regular con grupos armados del norte, evidenció fallos en el análisis de información de los servicios de inteligencia, problemas de logística y falta de autoridad de los mandos del ejército maliense. Lo cuenta el teniente coronel Descalzo, quien recuerda que el batallón que sufrió la derrota, con más de un centenar de muertos, había sido entrenado en Koulikoro. «Su comportamiento militar fue ejemplar. Fallaron otras cosas». Resalta que ese batallón respetó por primera vez en esta guerra los derechos de los detenidos, se minimizaron los efectos colaterales en civiles y no se abusó de las mujeres. Un hito en un país donde el 80% de las mujeres sufre la ablación. En el quinto batallón que ahora se está entrenando hay varias militares.