Tribuna

Debate y unidad, una ecuación posible

JOAN RIDAO
Secretario general de ERC

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No hay debate menos útil que el que no se afronta. A menudo los humanos tenemos la tendencia a eludir determinados debates, si percibimos que las posiciones previas no son plenamente coincidentes, para ahorramos una discusión. En las reu-

niones familiares a menudo la cordura pide posponer sine díe esos debates sobre fútbol, religión o política que pueden generar controversia.

Los partidos no son tan diferentes. Se dilatan algunos posicionamientos para evitar debates de resultado incierto. Esquerra Republicana de Catalunya, al ser un partido arraigado como pocos en el territorio, no escapa de situaciones de ese tipo. Ahora, sin embargo, afrontamos un proceso congresual que tendría que servir para plantear con rigor y sentido común qué necesidades tiene el país y qué cambios hay que hacer.

Todas las personas que formamos parte del partido deFrancesc Macià yLluís Companyssomos conscientes de que unidad y consenso internos son el bien más preciado en esta nueva etapa. Pero el objetivo solo puede ser alcanzado desde el contraste de ideas y proyectos que enriquezca la futura dirección, sea cual sea. La integración de las diferentes sensibilidades y estrategias solo será posible a partir de un debate basado en las ideas que aparque apriorismos o tacticismos de poco recorrido. El electorado y el país no nos perdonarían que eludiéramos este proceso en un momento como el que vivimos.

Cuando los Països Catalans sufren la ofensiva de la derecha neoliberal que hace mella en Europa, es necesaria una ERC que desde su ADN independentista amplíe su perímetro y ofrezca una alternativa no solo ideológica, también política. ERC encarna a una izquierda no dogmática y flexible capaz de repensarse ante la desorientación de la socialdemocracia, con el fin de compatibilizar la eficiencia, la lucha contra la explotación y el incremento del Estado del bienestar con un crecimiento económico sostenible que se adecue a las exigencias medioambientales y responda a la premisa de unas relaciones justas con el mundo expoliado.

Problema de credibilidad

Lamentablemente, hoy ERC sufre un problema de credibilidad. Si 10 años atrás emergió con un proyecto nuevo, fresco, con un liderazgo potente que convirtió al partido en un referente ético y épico, necesarios para iniciar el ciclo soberanista, ahora aquella credibilidad se ha visto erosionada. Quizá por la falta de lealtad al país que ha destilado el partido mayoritario en los dos gobiernos de izquierdas, pero también por el error de otorgar excesiva capacidad de transformación de la realidad desde una determinada acción institucional, si no va acompañada de la proximidad a los ciudadanos y de su movilización. Para ERC, nunca ha dejado de ser una prioridad la voluntad de generar espacios de soberanía y de incremento del autogobierno, alentando los procesos estatutarios y evidenciando la imposibilidad del encaje político y económico con España. La independencia ya no se ve como utópica. Así pues, el debate de la renovación tiene que servir para renovar el compromiso con el país y su gente. Y contribuir con propuestas para profundizar en la democracia y lograr que los militantes, dirigentes y cargos elegidos seamos en las actuaciones ejemplo y referente de la honestidad y la coherencia.

¿Renovación o experiencia? Mucho de una y de otra. Necesitamos nuevas ideas, nuevas formas de liderar el partido. Personas con energía renovada que puedan sacar adelante el proyecto con la misma ilusión que sus predecesores, pero también saber aprovechar la experiencia acumulada a nivel territorial y nacional. No puede ser que en cada renovación ERC pierda una pluma y la nueva dirección tenga que empezar de cero.

¿Partido viejo o moderno? Somos la ERC deMacià y Companys y nuestros 80 años son un legado orgulloso. Hemos crecido a hombros de gigantes y queremos ver más allá para afrontar los retos de las nuevas generaciones. Pero hay que repensar la forma de hacer política. Todos los partidos sufrimos una crisis de credibilidad que no se resuelve con viejas recetas ni obsoletas formas de participación. Tenemos que lograr que el partido más viejo sea también el más nuevo en cuanto a su organización.

Soberanista y progresista

¿Izquierda o nacional? Somos la izquierda nacional y la una sin la otra no tienen sentido. No queremos ser un partido de izquierdas que no tenga clara la nación y el objetivo de la independencia, pero tampoco un partido nacional que ignore el compromiso de los nuevos valores republicanos y la lucha por la socialización de la riqueza. Debemos preguntarnos si queremos que el partido mire con optimismo hacia los próximos 10 años y ofrezca una opción útil para el electorado soberanista y progresista o si, por el contrario, queremos un partido que nos aleje de los problemas reales de los catalanes.

¿Debate de ideas o unidad? Pues, repitámoslo: muchas dosis de ambas, por favor.