Rosa Díez

La dama de hierro del centro

Tras el batacazo de UPD en las elecciones andaluzas, el punto de mira se ha puesto esta semana en Rosa Díez, quien se ha negado a asumir en persona la responsabilidad, lo que ha partido la formación magenta en dos, entre los partidarios de su liderazgo y sus detractores, algunos de ellos hasta hace nada fieles escuderos.

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PATRICIA MARTÍN

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Los resistentes tienen la última palabra». Esta frase de Albert Camus, una de las preferidas de Rosa Díez, ha marcado a fuego la biografía de una política tan tenaz, vehemente y ácida en sus críticas como intransigente, testaruda y egocéntrica. Su empeño en que Unión Progreso y Democracia (UPD) navegue sola, sin el viento a favor que ha desplegado con habilidad Albert Rivera, ha contribuido a que su partido pase de crecer con fuerza como azote del bipartidismo a cosechar un apoyo insignificante en las elecciones andaluzas. La debacle y su negativa a asumir en primera persona las consecuencias han abierto en canal la organización, entre los partidarios de que continúe y siga marcando la estrategia y los que le exigen que dé un paso atrás y permita que una cara nueva asuma el liderazgo. Entre estos últimos, hay tres diputados magenta, que hasta hace nada eran sus fieles colaboradores.

Díez lleva en política desde que tenía uso de razón, no es la primera vez que se aferra a un cargo ni que se enfrenta a sus correligionarios, lo que hace prever que dará la batalla. Nació en Sodupe, Vizcaya, en 1952 y creció en una familia humilde, bajo los principios inculcados por su padre, un obrero socialista que sufrió el rigor de las cárceles franquistas. Se afilió al PSOE con 25 años y enseguida escaló posiciones, desde la diputación foral de Vizcaya hasta la Consejería de Comercio, Consumo y Turismo de un Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE. Puesto que se resistió a abandonar cuando Nicolás Redondo, al que previamente se había enfrentado en unas primarias que perdió, decidió romper con los peneuvistas tras el pacto de Estella con Batasuna.

La postura frente a Euskadi

En aquella época, años 90, Díez no veía con malos ojos los acuerdos con los nacionalistas de los que después renegó. La política vasca, a quien ETA intentó asesinar con un paquete bomba que no llegó a estallar, fue radicalizando su postura paulatinamente tras encabezar, con notable éxito, unas elecciones europeas que la alejaron de Euskadi y la convirtieron en europarlamentaria de 1999 al 2007.

Desde esta plataforma, hizo gala de arrojo y se enfrentó a las primarias por la secretaría general del PSOE contra José Bono, Matilde Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero. Ella quedó la última y tras fracasar en su intento de llevar al PSOE a comulgar con sus ruedas de molino comenzó progresivamente a alejarse de sus antiguos compañeros, hasta que las negociaciones de paz con ETA la llevaron a disentir públicamente. La vizcaína abandonó su escaño y entregó su carnet en el verano del 2007. Díez frecuentaba por entonces tertulias en Telemadrid y acudía a las manifestaciones convocadas contra el proceso de paz. En este contexto, fue una de las fundadoras del movimiento Basta Ya, germen de UPD, proyecto que encabezó en cuanto dejó el PSOE.

Del éxito al declive

En las elecciones generales del 2008, la joven organización logró un escaño, el de Díez, que ella utilizó para ganarse la imagen de ariete del resto de fuerzas. Encabezó un españolismo más firme que el del PP y fue una de las primeras voces en reclamar una regeneración democrática y atacar al  bipartidismo como el origen de los problemas del sistema. En un cóctel de izquierda moderada en algunos asuntos y derecha liberal en otros, consiguió cuatro años después que UPD se convirtiera en el cuarto partido más votado y se hiciese con un añorado grupo parlamentario, al conseguir sus cinco escaños. Una plataforma desde la que ha mantenido sonados enfrentamientos con Mariano Rajoy, al que ha sacado en más de una ocasión de sus casillas.

Además de su fuerza en el Congreso, la organización magenta tiene 10 parlamentarios autonómicos, 4 eurodiputados y 152 concejales, pero las encuestas, el desastre andaluz y la pugna entre sus máximos dirigentes pueden acabar llevándola a la desaparición total. A esta situación ha contribuido mucho el carácter de Díez. Sus detractores la acusan de hacer la vida imposible a los disidentes hasta que deciden irse. Prueba de ello fue el portazo de Mikel Buesa, uno de los impulsores de UPD, y más recientemente la marcha de Sosa Wagner, cabeza de lista en las últimas elecciones europeas, por pedir en un artículo la unión de su partido con Ciudadanos. Siempre ha sido una mujer dada a forzar los pulsos hasta las últimas consecuencias.