Geometría variable

La corrupción y la guillotina

JOAN TAPIA

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En la última encuesta del CIS, nada menos que el 76% dice que la situación política es mala o muy mala y el 49% (contra el 6%) cree que es peor que antes de las últimas elecciones. El pesimismo es tan alto que solo un 10% confía en que dentro de un año la situación mejore. Y la clase política es ya el tercer problema. Lo dice el 29,8% de los encuestados, frente a solo el 8% hace cuatro años.

Claro, es la ineficacia ante la crisis y el aumento del paro. Pero también responde a la sensación omnipresente de corrupción generalizada, algo más grave que la financiación ilegal de partidos. Cuando nos enteramos de que el extesorero de toda confianza del PPLuis Bárcenas,que dimitió por elcaso Gürtel,tenía 22 millones de euros en cuentas suizas, la sensación es de escalofrío. Dicen queRajoyha tenido «una sorpresa mayúscula», pero solo nos hemos enterado por la tozudez del exjuezBaltasar Garzón,el único condenado delcaso Gürtelhasta la fecha.

El caso deBárcenasno es ya de financiación ilegal -quizá también-, sino un ejemplo flagrante de corrupción en la cúpula del partido gobernante. En Catalunya, CDC tiene la sede embargada por elcaso Palau(financiación ilegal, como elcaso Unió) y las sospechas por elcaso ITVsobre su secretario general, Oriol Pujol, son crecientes.

No extraña, pues, que en otra encuesta (El País) el 96% diga que la corrupción es muy alta; el 54% (contra solo el 7%), que es mayor a la de otros países europeos, y el 50% (contra el 3%), que es superior a la que existe en otros campos de la vida española. Así no hay autoridad moral para adoptar las medidas de rigor necesarias para superar la crisis. Limpiar la política es imperativo.

Pero no fácil. El sistema judicial es lento y garantista. Y debe seguir siendo lo segundo. La justicia está reñida con los tribunales populares e inquisitoriales. Y costó mucho tiempo que la cúpula del PP (que se movilizó antes contraGarzón) apartara aBárcenas,que sigue esquiando en Suiza. Consecuencia: el 81% cree que los políticos crean más problemas que los que resuelven y el 55% (contra el 30%), que con los políticos de hoy no se habría logrado la transición a la democracia.

Es la cuadratura del círculo. La desconfianza en la política daña la eficiencia de la democracia, pero las instituciones -partidos y justicia garantista- dificultan el saneamiento. Y no se puede ni eliminar los partidos ni llevar a los sospechosos a la hoguera, como hicimos con herejes y judíos. En democracia, la investigación policial no es nunca la última palabra y encima surgen dudas (quizás razonables) sobre la imparcialidad de alguna oficina policial.

Pero algo hay que hacer. Por ejemplo, reducir el poder de las cúpulas de los partidos a un nivel similar al de Francia, Alemania o Gran Bretaña. Con su sistema electoral, España (y Catalunya, que curiosamente nunca ha ejercido su derecho a decidir con una ley electoral) es el único país europeo en el que los ciudadanos no eligen a los diputados de distrito. Solo avalan una lista provincial entre las impuestas por los partidos. La consecuencia es que los diputados con aristas, o incómodos para los mandos en un momento (Piquéen el PPC,Ignasi Guardansen CDC oRocío Martínezen el PSC) son preteridos o liquidados. Aquí (en Catalunya y en España) la solución no es laxerramecacontra los partidos, sino guillotinar el desmedido poder de sus cúpulas, que eligen incondicionales y tapan sus desmanes.