EL DEBATE SOBERANISTA

Dos años rumbo a Ítaca

La presión del independentismo en la calle y los portazos de Rajoy han forzado a Mas a acelerar el órdago soberanista

Aprobación en el Parlament de la ley catalana de consultas 6

Aprobación en el Parlament de la ley catalana de consultas 6 / periodico

JOSE RICO / BARCELONA

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Lo llamó "transición nacional", pero en el guion con el que Artur Mas entró en el Palau de la Generalitat en el 2010 solo aparecía la primera página: el pacto fiscal. Los siguientes episodios los ha tenido que escribir con la velocidad que le ha impuesto la 'pinza' formada por la incesante movilización independentista en la calle y los atronadores portazos de Mariano Rajoy. "Hablo de transición, no de revolución", aclaraba el 'president' en el debate de su primera investidura. "El camino de la libertad está abierto", proclamaba en inglés --respondía a la BBC-- menos de dos años después, el Onze de Setembre del 2012. Era la primera piedra del proceso que culminará este sábado con la convocatoria de la consulta del 9-N.

La tarde de aquella Diada de hace dos años, una apisonadora marea humana 'estelada' en Barcelona convirtió la reivindicación del pacto fiscal en simples migajas. Primer aviso a Mas de que debía pisar el acelerador soberanista y conducir a Catalunya hacia esa palabra, 'independencia', que aún tardaría más de un año en obtener acomodo en su vocabulario. Aferrado al circunloquio de las "estructuras de Estado", el 'president', a la sazón sostenido en el Govern por el PPC, dejó abierto el futuro para emprender cualquier camino, sin descartar ninguno, pero intentando esquivar el atajo de la ANC de Carme Forcadell con su famoso "'tenim pressa'". "Nada será fácil, pero todo es posible", resumió Mas, que aún aspiraba a controlar los "ritmos" y la "cadencia" de un proceso sin plazos.

Esos planes se frustraron en cuestión de días. El cantado portazo de Rajoy al pacto fiscal convirtió la ola independentista en un tsunami que excitó en CiU la ilusión de una mayoría absoluta que permitiese a Mas tomar el control del proceso. Sin embargo, el cariz mesiánico de su campaña electoral no logró impresionar al secesionismo, que huyó de confianzas ciegas y encargó a la remozada ERC de Oriol Junqueras tutelar a Mas. Los republicanos se encogían de hombros con los recortes sociales a cambio de una consulta "sí o sí" en el 2014, órdago sostenido sobre una mayoría parlamentaria de 87 diputados que completaban ICV-EUiA y la CUP, mientras el PSC, tras abrazar titubeante el derecho a decidir, pasaba de plantar cara al PSOE en el Congreso a apearse del tren soberanista para cavar la trinchera federalista, a costa de una profunda herida interna que le costó el cargo de líder a Pere Navarro.

UNIDAD RENQUEANTE

La unidad de los partidos soberanistas se ha mostrado siempre renqueante, fruto de las convulsiones entre CDC y Unió por la imparable fuga de votos a ERC --factor clave para su histórica victoria en las europeas de mayo pasado-- y de las fintas de ICV-EUiA para no poner en riesgo su cohesión interna. No obstante, la estrategia de bloqueo del Gobierno ha servido de cinta adhesiva para disimular las grietas. Sucedió con la declaración de Catalunya como "sujeto político soberano", a principios del 2013, impugnada por el Tribunal Constitucional pese a no tener efectos jurídicos. Y se repitió en febrero pasado, cuando el PP y el PSOE tumbaron en el Congreso la solicitud del referéndum.

Para fortalecer los "amplios consensos" que tantas veces ha exigido, Mas implicó en el camino hacia Ítaca a sindicatos, entidades y colectivos de toda clase y condición, reunidos en el Pacte Nacional pel Dret a Decidir, y encargó a un consejo asesor el diseño de los cimientos del Estado catalán. Pero su guion volvió a torcerse cuando, hace un año, amagó con cambiar la consulta por unas elecciones plebiscitarias en el 2016 si el Estado la vetaba. El independentismo, 'encadenado' de sur a norte del país en la Diada del 2013, le avisó de que no tendría tanta paciencia. Salvando el 'match ball' más complicado hasta ahora, Mas logró contentar a independentistas y federalistas de ICV-EUiA con la doble pregunta y esa fecha ya simbólica: 9 de noviembre.

Mientras España cambiaba de Rey y Jordi Pujol fulminaba su propio mito, los partidos recorrían con relativa agilidad el último tramo del camino: la ley de consultas. Su parto ha coincidido con la tercera machada de la ANC, en forma de 'V', y los primeros síntomas de flaqueza de la sociedad CiU-ERC, crecientes a medida que se acerca la previsible prohibición del 9-N y Mas debe decidir si se deja llevar por los cantos de desobediencia o vuelve a la casilla de la que salió dos años atrás para jugar la partida más arriesgada de su carrera.