Construyendo la vía

Un grupo de niños se dirigen hacia la Via Catalana a su paso por Pontós (Alt Empordà).

Un grupo de niños se dirigen hacia la Via Catalana a su paso por Pontós (Alt Empordà).

Tribuna

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Las personas abajo firmantes tenemos orígenes y experiencias vitales y políticas diferentes, pero también mucho en común, lo que nos lleva a plantearnos reflexiones conjuntas y, sobre todo, un futuro, un país por construir. Somos catalanes de primera y segunda generación que hemos formado parte de la construcción social y nacional y creemos en un futuro libre, pero que debe proyectarse. No somos ni nos sentimos representantes de nadie, a pesar de los nexos, las vivencias y las reflexiones comunes que pueden llevar a algunos a hacer un reduccionismo.

Nuestros abuelos y abuelas, por motivos diferentes, llegaron a Catalunya, bien escapando de la guerra, bien escapando de la miseria o de la falta de oportunidades de su lugar de origen, diferentes en cada caso. En Catalunya no les esperaba ningún paraíso, más allá de lo que pudieran construir a base de mucho esfuerzo y sacrificio. Un viaje, el que hicieron, sin red ni Estado del bienestar, ni ningún tipo de seguro que no fuera su propia voluntad de encontrar un futuro mejor. ¿Inconsciencia? ¿Desesperación? ¿Coraje? Quizá de todo un poco. ¿Qué hace que una persona no encuentre otra salida que la asunción de un riesgo real? ¿Cuándo este enorme riesgo vital se vuelve asumible e, incluso, preferible antes que dejar que todo siga igual de frustrante? Seguro que no hubo tiempo ni espacio para tanta reflexión. Fue todo mucho más práctico: aquí no hay nada que hacer, tenemos que marcharnos.

Nosotros somos fruto de ese reto y de aquel riesgo, el que corrió muchísima gente que vino a Catalunya. Gente que se alejaba de una sociedad y una tierra que no les ofrecía ningún futuro para acercarse a otra, desconocida, pero que podía representar el ansiado futuro que soñaban para sus hijos e hijas. Para mucha gente, esto supuso un nuevo arraigo. Nunca se contempló la opción de volver a su pueblo. Nunca la añoranza de las raíces fue más fuerte que el vínculo con el nuevo presente que vislumbraba la promesa de un futuro mejor.

El proyecto nacional catalán debe contener la experiencia diversa de personas que formamos parte del país y de la sociedad catalana, desde orígenes y lenguas diferentes, y que hemos ido convergiendo en un proyecto que abarca una clara y ambiciosa finalidad: construir un Estado. Vivir en Catalunya, un país profundamente lastrado por el egoísmo de unas élites de poder, ha sido nuestro eje vertebrador, la experiencia política (distinta y diversa en nuestro caso). Nuestra toma de conciencia nos ha llevado a formar parte de organizaciones políticas y civiles que han hecho apuestas para dar pasos adelante y unir los esfuerzos de todas las personas que queremos vivir en Catalunya y sentirnos plenamente de este país. No siempre ha sido fácil.

Es ahora y hoy cuando nosotros, hijos e hijas, nietas y nietos de aquellas personas que vinieron buscando nuevas oportunidades, debemos tomar las decisiones que marcarán nuestras vidas, pero, sobre todo, las de nuestros hijos y de generaciones futuras. Y es por ellos que queremos un futuro de libertad, igualdad, justicia social y bienestar económico. Por eso optamos por seguir en la línea de ruptura que muchas abuelas y abuelos iniciaron cuando emprendieron el rumbo hacia Catalunya.

Suerte tenemos de que este es un país de paso, un cruce donde cíclicamente acaban viniendo muchas personas que solo miran adelante, o bien porque son valientes por naturaleza, o porque no les ha quedado más remedio. Sea como sea, suerte de este plus de empuje de la Catalunya de acogida que ha ido nutriendo nuestra sociedad hasta hoy. Un empuje transversal socialmente, racional discursivamente y emocional colectivamente que empuja a miles y miles de catalanes tradicionalmente independentistas, nacionalistas, soberanistas o federalistas definitivamente desengañados con un Estado encerrado en sí mismo, deficitario democráticamente y económicamente insostenible.

La Via Catalana ha sido una propuesta participativa que ha llenado de esperanza el proceso que estamos viviendo hacia un referendo de autodeterminación. La estrategia es dotar de valor las movilizaciones cívicas y el reconocimiento de la pluralidad de un pueblo, un solo pueblo con muchas voces, muchas culturas, muchas lenguas. Catalunya formó una enorme cadena de unión que simbolizaba el poder y la fuerza de aquellas personas que se juntan para defender el ejercicio de la democracia, para aguantar las sacudidas que, sin duda, dificultarán nuestro avance y para defender el derecho de todo un pueblo a decidir su futuro. La movilización creciente (desde el recorte del Estatut) y la unidad de muchas personas ha hecho posible un nuevo escenario político en el que muchos deben tener la valentía de reconocer el avance que la movilización ha supuesto.

La realidad catalana es diversa y la reconstrucción se ha ido dificultando y dividiendo por los estados. Los orígenes culturales son muy diversos y se han ido consolidando desde la construcción popular. Muchas personas, como nosotros, tenemos una o no tenemos ninguna generación anterior arraigada en la cultura propia, pero sentimos y vivimos la realidad social y nacional de Catalunya, el país que nos ha formado, nos ha visto crecer y nos ha dado oportunidades.

Nuestros abuelos emigraron a Catalunya y, contra todo pronóstico, construyeron su futuro dignamente, salieron adelante. Podemos dar fe de ello. Nosotros, en tanto que descendientes, de alguna manera tenemos la oportunidad de volver a hacerlo. Nuestra participación en la vía ha sido un paso, ni el primero ni el último. Hay que ir marcando y asumiendo retos desde el consenso, y sumando a más gente para ejercer la democracia. Pero sin renuncias.

Artículo firmado por:

Erica Tarifa Garcia, militante de Convergència Democràtica.

Carme Porta Abad, militante de Esquerra Republicana de Catalunya.

Miquel Àngel Escobar Gutiérrez, militante del PSC.

Carles Rodríguez Herencia, militante de Iniciativa per Catalunya.

Jordi Miralles Conte, militante de Esquerra Unida i Alternativa.

David Martínez Sala, militante de la Candidatura d'Unitat Popular.