OPINIÓN
Los 'comuns' y el referéndum
Es una contradicción defender la acción directa ante leyes injustas y apostar solo por un referéndum si lo aprueba el Estado
El referéndum se ha convertido en la piedra de toque de la política catalana. Como señala una reciente encuesta en EL PERIÓDICO, se trata de una demanda compartida por un 84% de la población. Es evidente que el escenario preferible sería la realización de un referéndum acordado con el Estado. Pero ante la constatación de que esto no será posible a corto o medio plazo, sus partidarios tienen dos opciones: posponer la reivindicación hasta que en España haya otra correlación de fuerzas, o impulsarlo desde las instituciones catalanas a pesar la oposición del Gobierno.
Los partidos independentistas (Junts pel Sí y la CUP) apuestan por esta última vía. Los contrarios a la independencia (el PSC, Ciutadans y PP) se oponen frontalmente. Pero hay un actor central en la política catalana que no se define por completo: los 'comuns'. Un espacio donde conviven 'indepes' y no 'indepes' y donde sobre el papel todo el mundo es partidario del referéndum. Pero, al mismo tiempo, en los 'comuns' la cuestión nacional no es el elemento central, y la polarización en este eje crea tensiones y contradicciones internas.
En los 'comuns' son muchas las voces que no ven clara la apuesta por el referéndum impulsado por las instituciones catalanas. Los motivos son diversos: porque no será efectivo o no se podrá hacer, porque la desobediencia civil es algo que se puede hacer desde la calle pero no desde las instituciones, porque refuerza el liderazgo convergente, porque gran parte del electorado al que se dirigen los 'comuns' no lo entenderá... Sin embargo, en este caso, no deja de ser una contradicción que un espacio político arraigado en el activismo, que a menudo ha defendido la acción directa ante leyes injustas, solo apueste por realizar un referéndum si esto se hace con la aprobación del Estado.
EL DIAGNÓSTICO
El análisis del mundo Podemos y los 'comuns' era que después del 15-M existía una "ventana de oportunidad" para que los movimientos sociales que durante años habían tratado de incidir en la política "desde fuera" hicieran el salto a las instituciones. El diagnóstico era correcto: la ventana existía y el salto (a medias) se ha completado. Pero si ahora esto no se traduce en políticas rompedoras (y el referéndum lo es), es lícito preguntarse qué sentido habrá tenido esta apuesta. Porque si hoy es la imposibilidad de hacer un referéndum porque no se puede desobedecer desde las instituciones, mañana será la imposibilidad de remunicipalizar el agua o de nacionalizar las eléctricas. ¿Qué sentido habrá tenido saltar por esa ventana si no era para subvertir las servidumbres de los partidos hegemónicos del régimen del 78?
La pregunta también vale para la CUP, que en las próximas semanas se verá en la disyuntiva de apoyar o no unos presupuestos de CDC y ERC muy alejados de su ideario. Si cinco años después del 15-M empieza a constatarse que desde los palacios no se puede aplicar políticas de transformación, habrá quien se pregunte si habría tenido más sentido seguir luchando desde las calles.
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