Como un castillo de naipes

JOAQUIM
Coll

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Este agosto hemos podido comprobar que el separatismo no solo ha renunciado a presentar un programa de gobierno, sino que sus promesas para no asustar se basan en el pensamiento mágico. Anteayer, el presidente de la ANC, Jordi Sànchez, se veía obligado a reconocer en los micrófonos de la SER que la secesión de Catalunya comportaría su exclusión de la Unión Europea duranteun tiempo indefinido, que él reducía a una situación meramente transitoria. Eso generó grandes titulares por unas horas. El resbalón se produjo porque el periodista le citó unas declaraciones de Artur Mas del 2013 en el diario Corriere della Sera en las que aceptaba esa circunstancia a la luz de los tratados de la UE. Rápidamente, Sànchez se vio obligado a rectificarvía twitter. Ahora ya no resultaba «indiscutible» ese escenario de exclusión,sino que volvía a la infantil ecuación, según la cual, puesto que «a nadie le interesa prescindir de nosotros», es «inconcebible que Catalunya quede fuera de laUE».

Otro argumento menos voluntarista, pero igualmente tramposo, es, en palabras de Raül Romeva, que «la expulsión de Catalunyade la UE no es posible jurídicamente». Tiene razón. Catalunya no podría ser expulsada porque no forma parte. Los catalanes somos ciudadanos europeos en tanto que españoles. Esta es la verdad que Sànchez no podía reconocer porque sería como pegarle una patada al castillo de naipes de la propaganda de Juntspel Sí.

Otro ejemplo de hasta qué punto el separatismo es capaz de retorcer los argumentos hasta darle la vuelta a la realidad jurídica es el asunto de la doble nacionalidad que Romeva y otros prometen en sus mítines. No solo tendríamos el nuevo pasaporte catalán sino que conservaríamos el español para no perder ningún derecho político, social o económico, particularmente las pensiones, sobre las que hablaré in extenso en un próximo artículo. Aun en la hipótesis de que esa secesión unilateral se materializase (ysolo podría ocurrir mediante el ejercicio de la fuerzafísica), hay que recordar que no existe ningún mecanismo automático de doble nacionalidad en el ordenamiento jurídico español por mucho que la constitución catalana sí lo hiciese.

Todo esto no impide que Romeva siga prometiendo cosas sorprendentes como «si usted quiere seguir vinculado al régimen fiscal español, lo podría seguir haciendo» o «nadie se verá obligado a perder la nacionalidad española o a dejar de ser seguidor de la Roja». Que personas cultas intenten engañar de forma tan irracional solo se explica porque saben que la secesión no se producirá. Su objetivo es solo conservar vivo el proceso y, claro está, el poder.