La búsqueda de alianzas
CiU pide a ERC que entre en el Govern y Junqueras se resiste
FIDEL MASREAL / XABIER BARRENA
BARCELONA
Convergència i Unió se esfuerza en dar una imagen de firmeza a la hora de iniciar el baile negociador con ERC, y quién sabe si también con el PSC, y reclama a los republicanos que se impliquen en el Govern. Esquerra se resiste a negociar una eventual entrada en el Ejecutivo -así lo aseveró Oriol Junqueras ayer- y prefiere centrarse, de momento, en la investidura de Artur Mas comopresident. En la federación, por si fuera poco, no hay unanimidad de criterio sobre el diseño de la hoja de ruta.
La posición oficial convergente es la que manifestó el portavoz en funciones del Govern y miembro del núcleo duro de Artur Mas, Francesc Homs: presionar a ERC con la necesidad de entrar en el Consell Executiu porque, de lo contrario, la consulta soberanista no tendrá fuerza ni estabilidad. Incluso podría correr el peligro de no llevarse a cabo, al menos en esta legislatura.
Pero otros miembros de la federación nacionalista prefieren hilvanar un pacto que alcance también al PSC. «Cuantos más mejor», dice un destacado alcalde. Y tras esta posición está la lucha interna en Convergència de los que reclaman «un giro a la izquierda» y «reconciliarse con el alma social» del partido. Parten de la idea de que el descenso electoral en buena medida tiene que ver con los recortes y, sin dejar de avalar la necesidad de políticas de austeridad, reclaman actitudes y gestos diferentes. «En mis intervenciones en campaña siempre recordaba que lo que me movía al Estado propio era la lucha por el Estado del bienestar», dice un dirigente, que añade: «Es muy arriesgado confiar en que puedes estar tres semanas hablando solo de soberanismo».
En cambio, otros son partidarios, como demostró ayer Homs, de apretar el acelerador del referendo. «Si no ofrecemos algo ilusionante, ¿qué haremos, solo seguir recortando?», reflexiona un alto cargo del Govern.
Con estos mimbres, la negociación de CiU va a correr en paralelo a los ejercicios de catarsis como los que hizo su grupo parlamentario en Madrid, que ya escuchó en el Congreso las ironías, en privado, de los populares por el batacazo de Mas.
Entretanto, en la sede de Esquerra se seguía esperando una llamada de CiU con algo más de contenido que el simple comentario de los resultados electorales. No ya con una primera propuesta en firme sobre la que negociar y empezar a ver cómo respira la federación, sino con una simple cita para verse las caras y empezar a dialogar. Los republicanos atribuían esta demora a que en CiU no tienen aún claro hacia dónde mirar para hallar socios. Los republicanos están convencidos de que Unió trata de «sabotear y frenar» un posible acuerdo, según dijo el diputado en el Congreso, Alfred Bosch, de Josep Antoni Duran Lleida.
FECHA DE LA CONSULTA / Y cuando se produzca la llamada, ¿qué? Referendo y medidas sociales y fiscales. Esas serán las demandas. Es decir, definir los pasos a seguir e incluso la fecha de la consulta de autodeterminación. Sin esto, no hay caso, insisten los de Esquerra. Y en lo social, esperan que la federación les brinde alguna pieza que exhibir ante sus electores (medio millón) que justifique respaldar la investidura de Artur Mas, primero, y dar una serie de apoyos desde fuera del Govern que permitan una navegabilidad, si no fácil, sí sin muchos sobresaltos.
La entrada en el Govern está descartada. Primero porque a Junqueras le gusta la idea de ejercer de jefe de la oposición en sintonía con Mas en lo nacional. Le atrae esa imagen del presidente y el jefe de la oposición sellando los pasos hacia lo que los republicanos llaman «liberación nacional». Y, al tiempo, desea ser, desde fuera del Govern, el principal detractor de la política de recortes que los convergentes han seguido, y seguirán, en los próximos meses.
No es despreciable, tampoco, el peso de la historia. Siempre que ERC ha entrado en algún Gobierno de la Generalitat ha acabado pagando las consecuencias. O ha sido fagocitado o ha pagado los platos rotos. Lo primero, con los apoyos de Heribert Barrera y Joan Hortalà (que entró en el Govern cuando CiU contaba mayoría absoluta, en 1984). Lo segundo, con el tripartito.
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