El Onze de Setembre

La Catalunya 'estelada' apremia a Mas

La cadena humana exhibe con éxito el anhelo independentista de cientos de miles de ciudadanos y la ANC avisa al 'president' de que no están dispuestos a esperar hasta el 2016 para la consulta

BARCELONA. Imagen aérea de la cadena humana en el recinto que acogió el Fòrum de les Cultures.

BARCELONA. Imagen aérea de la cadena humana en el recinto que acogió el Fòrum de les Cultures.

NEUS TOMÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con 'seny' como pide el presidente de la GeneralitatArtur Mas, pero sin renunciar a la firmeza, centenares de miles de catalanes proyectaron ayer al mundo su anhelo de vivir en un país independiente. Más de un millón y medio de ciudadanos, según los datos de la Conselleria d'Interior, entrelazaron sus manos desde la frontera francesa, en El Pertús, hasta tierras valencianas, en Vinaròs, y tiñeron de amarillo la senda de la antigua Vía Augusta que, desde ayer, es ya también la Via Catalana. Una marea humana que de manera pacífica y festiva dejó claro que tiene prisa -más que en algunos despachos de la Generalitat-, y que no está dispuesta a aceptar vacilaciones de quienes, desde las instituciones, deberán gestionar su reivindicación de un Estado propio.

La presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Carme Forcadell, fue la encargada de trasladar el recado a Mas. Primero, en el encuentro que mantuvieron a mediodía en el Palau de la Generalitat y, después, ante las miles de personas que se concentraron en la plaza de Catalunya. Forcadell, pese a la emoción (y sin discurso escrito), no se anduvo por las ramas. «No podemos ni queremos esperar más», proclamó. Y ante los últimos malabarismos del Govern con el calendario de la consulta, la presidenta de la ANC apremió a Mas a cumplir con su palabra: «Ahora, no en el 2016».

Los organizadores de la cadena quieren una pregunta clara que permita una respuesta también clara, en línea con la exigencia del líder republicano, Oriol Junqueras, que ayer insistió en que en las urnas habrá que depositar una papeleta con un 'sí' o con un 'no'. O sea, en opinión del socio de gobierno de Mas, no caben terceras vías que no afronten directamente la posibilidad de una secesión.

LAS INTERPRETACIONES / El Ejecutivo catalán aseguró sentirse reforzado tras el éxito de la cadena humana. El 'conseller' de Presidència, Francesc Homs, que como la mayoría de miembros del Gabinete -a excepción del 'president' y los 'consellers' de Interior y Agricultura, ambos de Unió- se 'encadenó' a favor de la independencia, subrayó que Catalunya ha lanzado un doble mensaje. Uno, destinado al Gobierno del PP, al que, unas horas antes, Mas había alertado en su discurso de que si no mueve ficha tendrá un «grave problema».

El otro destinatario es la comunidad internacional, que demostró un cierto interés a tenor de la presencia de corresponsales extranjeros y de las informaciones sobre la Via Catalana que aparecieron en algunos de los principales medios.

Así, el francés 'Le Figaro' destacó en su edición digital el «desafío a Madrid», el 'Financial Times' recordó que Mariano Rajoy «dice que está preparado para negociar» pero rechaza permitir la celebración de un referendo. Al Jazira, en su canal internacional, se encargó de recordar el papel de motor económico de Catalunya, mientras que la CNN estadounidense interpretó que «centenares de miles de catalanes quieren aumentar la presión de Madrid para lograr la secesión».

Podría pensarse que la exhibición de fuerza demostrada ayer por el independentismo catalán merecería una respuesta formal del Ejecutivo central. Pero no fue así. Sea para no tensar las negociaciones con el Gobierno catalán o para desdeñar el éxito de la convocatoria, la respuesta se limitó a un par de frases de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. «Lo peor que puede hacer un político es obligar a sus ciudadanos a dividirse», comentó en los pasillos del Congreso, sin citar explícitamente al presidente de la Generalitat. Como es habitual siempre que se le interpela por las pretensiones del Ejecutivo catalán, la vicepresidenta insistió en cuál es el campo de juego: «Este Gobierno también es Gobierno para Catalunya y para sus ciudadanos, y nosotros estaremos siempre en lo mismo: en el diálogo dentro de la Constitución, un marco de convivencia que nos ha servido a todos los españoles para consolidar una democracia para alcanzar niveles de bienestar que ahora se trata de recuperar, y me gustaría que todos fuéramos conscientes de eso».

EL OTRO EXTREMO/ Quien en cambio decidió que esta Diada era distinta fue el PP catalán que, por primera vez, no asistió al acto institucional de la Ciutadella. Ese mismo que se inventó Pasqual Maragall en el 2004 para que, entre otros, los populares se evitasen silbidos. Y lo consiguió puesto que el entonces presidente del partido, Josep Piqué, señaló que el formato permitía integrar a republicanos y populares en un mismo acto. Pero Alicia Sánchez-Camacho decidió ayer montarse su propia celebración y, junto al líder de Ciutadans, Albert Rivera, se convirtieron en los dos únicos dirigentes catalanes que no asistieron al acto oficial, en esta ocasión convertido en otro homenaje a Salvador Espriu. Hubo más 'estelades' que el año pasado, fiel reflejo de la progresión que el independentismo vive en la calle y que detectan también las encuestas. En cambio, se escucharon menos gritos a favor de la secesión en un acto deslucido por la lluvia que amenazó Barcelona y buena parte del país durante buena parte de la jornada.

También como cada año, los movimientos de la izquierda anticapitalista se manifestaron por las calles del centro de la capital catalana.  Unas 50.000 personas asistieron a la marcha sin que se registrase ningún problema. De hecho, el único incidente de la jornada se produjo en la Delegación de la Generalitat en Madrid donde un grupo de encapuchados y otros a rostro descubierto portando banderas de la Falange interrumpieron el acto de celebración de la Diada.

¿Y AHORA, QUÉ? / Tras la movilización, y las largas colas que se registraron en el regreso a Barcelona, solo resta esperar a ver cómo responden los gobiernos. Aquí y allá. La Comisión Europea reiteró ayer  su «respeto» por el proceso catalán, pero de nuevo recordó que no piensa interferir en un asunto «interno» de uno de sus estados. Cientos de miles de catalanes hoy regresan a su cotidianidad tras haber hecho algo extraordinario. Ahora les toca a los políticos.