LUIS BÁRCENAS

Un cañón lleno de veneno

El extesorero del PP abandonó el jueves la cárcel tras abonar la fianza. En ese mismo instante puso en marcha la máquina de hacer declaraciones bomba. Él asegura que está «fuerte» y quiere echar un pulso a Rajoy. 

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POR GEMMA ROBLES

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Todavía hay senadores en el PP que cuando no son oídos por sus mayores (jerárquicamente hablando) se torturan dándole vueltas al asunto: ¡cómo podían caer en el embelesamiento sin sospechar cuando, un martes cualquiera de Pleno de hace ya unos años, compartían mesa y mantel con Luis Bárcenas, quien lo mismo presumía de su último pelotazo en Bolsa que de su escapada a alguna inhóspita cumbre montañosa! Aquellos almuerzos en el restaurante de la Cámara Alta se produjeron en los tiempos en los que Luis, pero también su imagen pública dentro y fuera del PP, eran más que fuertes. Eran sinónimo de éxito profesional. Pero las cosas han cambiado: ahora Luis y su imagen pública son el mayor quebradero de cabeza (y peligro) que acecha a un PP que, según los sondeos, va perdiendo poco a poco y mes a mes su mayoría absoluta por los rincones de la política. Y son el símbolo de la corrupción y podredumbre de algunas instituciones tanto por lo que él se puede haber llevado crudo como por lo que sostiene que también se han guardado en los bolsillos otros cargos populares.

«Todos tenemos que asumir nuestras responsabilidades y yo mi parte alicuota»; «Rajoy conocía la contabilidad b del PP. ¡Cómo no la va a conocer si Álvaro Lapuerta le llevaba sobres a su despacho de Génova y después al ministerio!».

Son estos algunos de los dardos dialécticos que sin perder la sonrisa y con gesto relajadado, Bárcenas ha lanzado en las últimas horas a un perplejo PP. Y eso que según había dicho el extesorero con sorna «nada» tenían que «temer» los conservadores por su vuelta a la vida en libertad. Esa vida recobrada (al menos hasta que se vuelvan a pronunciar los tribunales) que él mismo resume con anécdotas como la sustitución de las pastillas para dormir que tomó hasta su último día en la cárcel por las copas de vino compartidas en familia.

¿Ha diseñado Bárcenas un plan para vengarse de Rajoy y los suyos -siempre tuvo especial manía a Dolores de Cospedal- mientras ha estado entre rejas? Él asegura que no. Pero no para de colocar al presidente y a su partido en el disparadero mediático desde que abandonó la prisión de Soto del Real, el pasado jueves por la noche.

Tirar de la manta

«Cuando estalló su caso yo le dije a Luis: 'Como esto siga así te vas a tener que ir de España'», admitió recientemente en La Sexta el exdirigente popular Jorge Verstrynge, amigo de Bárcenas y su esposa, Rosalía Iglesias. «Él me respondió: 'A mí me gusta mucho mi país y no pienso fugarme ni nada'. A lo que le contesté que entonces ya se podía ir apañando para no ser el único cabrón, porque le iban a usar como chivo expiatorio», resumió. Verstrynge, además de avalar la tesis de que tanto Bárcenas como Lapuerta llevaban la contabilidad b del partido con el visto bueno de sus superiores, afirmó que, 15 días después de sus consejos a su amigo, el extesorero «empieza a contar». Esto es, a tirar de la manta.

Está aludiendo al año 2013. Mes de julio. Bárcenas se desdice de sus primeras versiones ante la Fiscalía Anticorrupción y acaba contando al juez Pablo Ruz, en la Audiencia Nacional, que el mismo partido que gobierna España con aplastante mayoría se benefició durante décadas de la financiación ilegal. De una caja b que enfrenta ahora a cara de perro al extesorero con la dirección del PP (ese partido en el que dice con provocación desmedida que sopesa pedir la readmisión). «Si es que hubo alguna caja b será de quien la llevaba», espetó esta semana Cospedal, una vez que se hizo público que tanto la fiscalía como la abogacía del Estado daban por hecho que haberla, la hubo.

Sí, año 2013. El mismo en el que gracias a la generosidad de Bárcenas, que estaba en la cárcel, los papeles manuscritos con la hipotética contabilidad opaca del PP llegó a los tribunales y trascendió que Rajoy, ese que había dicho en público que no tenía relación con su extesorero, en realidad sí la mantenía y le había enviado un sms -«Luis, sé fuerte»- ya célebre. «Le he hecho caso y y he sido fuerte», se mofó Bárcenas hace unos días ante los micrófonos, al dejar la cárcel. Comenzó en ese momento su nueva ronda de declaraciones. Esas que prometen dar disgusto tras disgusto a un partido -y a un presidente- que pensaban que ya habían pasado esta página de calvario. Le toca a Rajoy ser fuerte, debe de pensar Bárcenas, ansioso, parece, por medir fuerzas.

El extesorero es consciente de que no le esperan años fáciles. Las peticiones de pena que lleva sobre los hombros no le auguran nada bueno. Quiere aprovechar el tiempo que esté en la calle, dice. Estará vigilado de cerca: por el Estado de Derecho, que tratará de evitar que mueva dinero oculto; por la prensa, que le seguirá la pista, y por el PP, que vive pendiente de los pasos de quien trata de amargarle el 2015, un año más que electoral. ¿Tiene Bárcenas algún as en la manga? A saber. De momento tiene tirón mediático, al PP angustiado y millones en paraísos fiscales. H

Luis Bárcenas