Litigio por la lengua en las escuelas
«¿Y cambiarán los libros?»
Un grupo de adolescentes remolonea ante la puerta del colegio, mientras los más pequeños van entrando, arrastrando caras de sueño y pesadas mochilas. Coches en doble fila y último esprint de los rezagados. En poco más de 10 minutos, los aproximadamente 500 alumnos del centro Mare de Déu del Roser se han metido -con más o menos entusiasmo- en el recinto de la escuela y, mientras cierra el portón, las madres han organizado corrillos en la acera para comentar las novedades del fin de semana.
Así visto, nada parece distinto este lunes en la escuela concertada que las monjas Adoratrices regentan en el Eixample de Barcelona. El trajín debe de estar dentro, en los despachos, pero como el centro, uno de los cinco que se han visto afectados por la sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC), no autoriza el acceso, resulta imposible confirmar cómo están los ánimos entre los profesores. La primera reacción ante la orden judicial de que el 25% de las clases se impartan en castellanoclasescastellano ha sido la del silencio.
«Yo me enteré el sábado cuando alguien me lo comentó en el súper. Los primeros sorprendidos hemos sido nosotros», explica Sara, madre de un estudiante de quinto curso de primaria. Ni ella ni sus dos tertulianas de esta mañana saben qué pasará ahora, «pero lo que está claro es que no se puede permitir que la voluntad de una sola familia [el TSJC habla de dos alumnos, hijos de un mismo denunciante] se imponga a la de la mayoría», sentencia Joana, otra madre inquieta por las últimas noticias.
«Además, si no estaban de acuerdo con el proyecto lingüístico de este colegio, ¿por qué matricularon aquí a sus hijos? ¿Verdad que si se tratase de una familia agnóstica no se le habría pasado por la cabeza traerlos a un colegio de monjas como este?», prosigue Joana, que asegura que su hijo, también estudiante de quinto, jamás ha tenido problemas, ni con el castellano ni con el catalán.
Un problema ideológico
«¿Y es posible que ahora nos puedan hacer comprar nuevos libros? ¿A estas alturas de curso?», protesta Susana, más pragmática, pero que lamenta igualmente la falta de información y las dudas que está provocando esta situación. «Digámoslo claro: esto son ganas de tocar lo que no suena», apostilla la vehemente Joana. «El problema es claramente un problema de los padres, porque los niños se adaptan a todo. Estoy segura de que en estos momentos, los críos para los que piden castellano ya siguen perfectamente las clases en catalán», concluye Sara, conciliadora.
«Coincido en que se trata de una cuestión meramente ideológica de los padres, estoy convencido de que no existe ninguna dificultad ni de aprendizaje ni de convivencia entre los alumnos», agrega Pere Farriol, portavoz de la federación de asociaciones de padres de alumnos Fapaes, a la que está afiliada el ampa del instituto Alba del Vallès (en Sant Fost de Campsentelles), otro de los afectados por la medida del TSJC. «Bastantes problemas tiene ahora mismo la escuela catalana como para que encima vengan los jueces a decir cómo hay que trabajar», denuncia el portavoz de las familias.
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