ELECCIONES GENERALES

Vértigo en la recta final de la campaña electoral

Maiano Rajoy durante un acto electoral en Palma de Mallorca

Maiano Rajoy durante un acto electoral en Palma de Mallorca / periodico

GEMMA ROBLES / MADRID

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Pasado el ecuador de la campaña. Susto de última hora: un atentado en Kabul (Afganistán) en los alrededores de la embajada española. Dos policías españoles muertos. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se vio obligado esta tarde a hacer un alto en su carrera electoral y, antes de protagonizar un mitin en Orihuela (y suspender el previsto en Murcia) comparecer ante la prensa para compartir la información de la que disponía a esa hora. Previamente y cumpliendo con el compromiso adquirido en el seno del pacto antiyihadista, hizo lo propio con sus principales adversarios políticos. 

Antes de este ataque, siete intensos días puramente electorales en los que ha crecido el vértigo en los equipos de los aspirantes ante la recta final. Los sondeos siguen abiertos. Hay expectación, dudas y novedades de última hora que pueden influir (o no) en el codiciado escuadrón de indecisos. Rajoy se declara públicamente tranquilo y “feliz” con su periplo, fundamentalmente por los pueblos, para intentar quedarse en La Moncloa. 

Y eso que ha tenido que corregirse a sí mismo sobre la marcha y, en mitad de la campaña, abrir un expediente disciplinario para averiguar si son ciertas las informaciones que vinculan a su embajador en la India, Gustavo de Arístegui, y su candidato por Segovia Pedro Gómez de la Serna, con el cobro de comisiones millonarias en la tramitación de contratos públicos para empresas españolas en África y Latinoamérica. Las sospechas de corrupción en las filas populares, de nuevo en el foco y en un momento clave. Al menos, para PSOE, Podemos y Ciudadanos, que ya atacan ahora con mayor virulencia por ese costado a los conservadores.

EL DEBATE SOBRE LOS DEBATES

Rajoy intenta que tan turbio asunto no le afecte. O no demasiado. Él continúa de mitin en mitin y de televisión en televisión. Sigue primero en los sondeos y sueña con superar la barrera del 30 por ciento del voto a golpe de anuncios económicos no incluidos en su programa, aunque evite explicar la letra pequeña. 

Además, cree haber acertado con la estrategia de ‘vender’ experiencia y presentarse como la única opción “seria” frente a tres aspirantes noveles. Considera un gran acierto no haberse enfrentado en un debate a los líderes de los partidos emergentes, Albert Rivera y Pablo Iglesias y un notable error del socialista Pedro Sánchez el haber osado a hacerlo. Obviamente, su cálculo responde mucho al tacticismo y poco a las demandas que puedan llegar de una ciudadanía que, ahí están los datos de audiencia para corroborarlo, siguieron de forma masiva ese debate ‘a cuatro’ al que el presidente envió a Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta, como sustituta.

Siete días después Rajoy si se sentará a debatir, pero lo hará sólo frente a Sánchez, el líder de la oposición, de quien afirma que es su “verdadero” adversario en estas elecciones. Como lo son los socialistas de los conservadores desde hace casi 40, sostiene e presidente, gran defensor del bipartidismo, por más que los sondeos siembren dudas sobre si la segunda plaza será esta vez para el PSOE o para Ciudadanos.

VUELCOS, ERRORES Y OPAs

El aspirante socialista, por su parte, tiene fe en el vuelco. No ya en coservar la segunda plaza, que lo da por hecho, sino en lograr al menos un voto más que Rajoy para, entonces, tender la mano a otros partidos y poder formar gobierno. Se afana Sánchez en estos días de ecuador de campaña en deshacerse de su mayor enemiga: la expectativa demoscópica que, para sus intereses, se agravó con el último CIS. Sabe que, para eso, vencer en el 'cara a cara' que protagonizará con Rajoy el próximo lunes es indispensable. Ambos hablan de tranquilidad para afrontarlo, pero es obvio que el candidato del PSOE tendrá que arriesgar. E incidir en su mensaje de que representa el voto útil, presentándose a sí mismo como la vía para “echar” a Rajoy

Rivera, por su lado, juega a mantenerse. Él se ve segundo, víctima de una conspiración PP-PSOE para que termine siendo tercero (parte de la tesis de que si es líder de la oposición, no podría avalar un gobierno popular en minoría y además dejaría a los socialistas en crisis). Pero parece que le empieza a pasar factura la falta de anclaje ideológico. Especialmente cuando llegan errores y surgen las dudas. El más grave: el que atañe a la violencia machista, donde su equipo ha amagado con retirar el agravante de género. Eso ha servido para los socialistas, que le marcan de cerca, traten de escorarlo a la derecha. 

En cuanto a Iglesias, busca superar a Sánchez en el escalafón, pero sin molestar demasiado al votante socialista al que pretende lanzar una OPA el 20-D. La operación no es sencilla. Los podemitas afrontan con optimismo, o eso dicen, la última semana y confían especialmente en el resultado en Catalunya y en el ‘efecto Colau’. De hecho, Iglesias ha hecho de una futura convocatoria de un referéndum parte de su discurso esencial hasta el punto de que, en su intervención en el foro de EL PERIÓDICO, dijo que el compromiso de convocatoria sería condición para apoyar una investidura.