Tribuna
Atrapados por el pasado
Laia Bonet
Teniente de alcaldía de Transición Digital del Ayuntamiento de Barcelona.
LAIA BONET
Pocos pero bien avenidos. Esta parece ser la apuesta final del núcleo directivo de lo que se autoproclamó como Nou PSC. El artículo del secretario de acción política es la versión más dura y seca de un crescendo tan calculado y reflexionado como gravemente equivocado, creo. El resultado político de la deriva no es demasiado difícil de prever: la irrelevancia y la ruptura. Porque un partido progresista sin debates y sin pluralidad acaba en la marginalidad política y electoral.
Tener la mayoría no significa necesariamente tener la razón. Significa tener la responsabilidad y el poder de la legitimidad. Nada más... y todo eso, al mismo tiempo. Tener mayoría, en una fuerza política democrática, y más si es de izquierdas -y más si es como la socialista, con una larga tradición de síntesis y acuerdos-, significa no resolver los problemas por mera aritmética. Cuando lo hace, ha dejado de pensar.
La mayoría no puede renunciar a representar a todo el mundo. Como tampoco puede renunciar a liderar la síntesis y la pluralidad, o a escuchar y a convencer, dentro y fuera. No solo no puede renunciar, sino que tiene la responsabilidad de hacer todo eso. La aritmética genera pereza y miopía. De ahí la gran importancia del debate y el diálogo, como estímulo del pensamiento y de la visión. Por eso, no se puede olvidar nunca que la esencia del proceso democrático es la deliberación, el contraste de argumentos, el decantamiento progresivo de las posiciones. Es convencer, seducir. No simplemente mandar. Tener la mayoría significa liderar. Si no, ¿para qué se hacen las reuniones, los consejos, los debates? Se hacen para escucharnos, debatir y aprender los unos de los otros. No para aplicar las matemáticas.
La lealtad no es obediencia ni silencio. La lealtad es una actitud recíproca de reconocimiento de los otros, que significan más de lo que representan numéricamente. Significan opiniones, matices. En definitiva, ideas. Nadie es irrelevante en esta partido. Nadie. No solo no comprendo, sino que me avergüenza escuchar, entre compañeros y compañeras, afirmaciones que desprecian con tal soberbia la pluralidad y la diversidad. Creo que es impropio de dirigentes y de compañeros.
Cultura política
No sería, sin embargo, justo atribuir al actual núcleo dirigente del PSC esta, digamos,cultura política. En todo caso, estaríamos asistiendo a la versión más simplista de una cultura política interna basada en el centralismo democrático que otros dirigentes (de sensibilidades internas diversas, por cierto) aplicaron en otros momentos con mucha más mano izquierda. Que yo recuerde, es la primera vez que uno de los máximos dirigentes del PSC afirma ¡que en el partido sobra gente!
La cuestión de fondo es cómo cambiar esta cultura política incrustada históricamente en la trayectoria del PSC y, todo sea dicho, compartida por muchas otras fuerzas. Y un fuerte obstáculo para este cambio es la polarización del debate entre personas y entre supuestas almas históricas del PSC.
Como muchos otros, yo no he crecido políticamente entre los socialistas marcada o predeterminada por este debate, por esta lucha. No la siento mía. No la quiero ni la necesito. Y al mismo tiempo, como muchos otros, continúo pensando que el futuro del socialismo dependerá, paradójicamente, del grado de renovada fidelidad a su pasado, a sus orígenes. La justicia social es el objetivo; el autogobierno, su instrumento, y la nación abierta, nuestra sociedad. Y eso no se puede hacer si no es con un nuevo modelo de partido de amplia base, plural e integrador, radicalmente anclado en la modernidad, que haga de su praxis democrática interna una prueba palmaria de su vocación de servicio público a la sociedad catalana.
Hay una nueva generación de dirigentes, militantes y simpatizantes que somos herederos del pasado de nuestro partido, pero no queremos quedar atrapados ni limitados en él. Nuestros electores quieren un proyecto de futuro. Las viejas trincheras del poder orgánico nos dejan, a quienes queremos abrir camino en campo abierto, en un terreno minado y con fuego cruzado. Es agotador y cansado. Y muy destructivo. Hace falta una nueva cultura política, y nuevos liderazgos que puedan mirar hacia adelante sin rencores ni listas de deudas y agravios. Solo vaciando las mochilas, cargadas todavía con la vieja y pesada política, podremos empezar a hacer camino. Y el camino es largo.
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