LA INVESTIDURA FRUSTRADA
Artur Mas, en su laberinto
Fidel Masreal
Periodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM-El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
FIDEL MASREAL / BARCELONA
Artur Mas se define a sí mismo como una persona tenaz y de palabra. Quienes trabajan con él lo corroboran y añaden que estas virtudes no lo son tanto si tienden a la obstinación y el empecinamiento. En los largos meses previos a la gestación de Junts pel Sí, el presidente de la Generalitat dejó bien claro a sus interlocutores que no se presentaría a unas elecciones para perderlas. Ya había tenido demasiadas victorias amargas en su carrera política.
La tenacidad (o el chantaje a ERC y a las entidades soberanistas al amenazar con no convocar elecciones, según la versión de la CUP no desmentida por Esquerra) hizo que Mas se saliera con la suya y lograse la integración de los republicanos y de personalidades de la sociedad civil bajo un mismo paraguas. Pese a ello, el líder de CDC se ha quedado por ahora sin el triunfo final: volver a ser 'president'.
ENCARRILAR EL 'PROCÉS'
Durante el tortuoso nudo en el que se ha convertido el soberanismo desde el 27-S, a Mas le han llegado mensajes lejanos, pero también cercanos, sugiriéndole un paso atrás. Él mismo tenía prevista su retirada política una vez el 'procés' quedase encarrilado. El día siguiente de las elecciones, preguntado ya directamente sobre el veto que, minutos antes, la CUP había ratificado hacia su candidatura, dijo: “Este no es el tema trascendental, de lo que se trata es de saber si estos 72 diputados pueden sacar adelante conjuntamente una hoja de ruta que nos ha de llevar al Estado propio. Todos son necesarios, los 62 diputados de Junts pel Sí, que han ganado de calle estas elecciones, y 10 más que han apostado explícitamente por la independencia".
Las negociaciones con la CUP han acercado posiciones en todos los frentes salvo en la cuestión de Mas. La oferta de una estructura de Govern con tres áreas potentes en manos de Oriol Junqueras, Raül Romeva y Neus Munté no alteraba, como ha recordado esta última, ninguna de las atribuciones de la institución de la presidencia. Para la CUP, Mas es un impedimento para ampliar la base social del independentismo. Para CDC, es imprescindible precisamente para eso mismo: porque atrae a catalanes moderados a la vía secesionista.
CDC SIN JUNTS PEL SÍ
¿Y ahora qué? Mas, hombre tenaz, no tiene intención de dar su brazo a torcer. Salvo un milagro, la reunión de este jueves entre Junts pel Sí y la CUP, auspiciada por las entidades soberanistas, solo servirá para demostrar una buena voluntad hueca. La precampaña de las nuevas elecciones es ya un hecho y las cargas de profundidad entre unos y otros así lo han evidenciado.
Mas intentará rehacer Junts pel Sí. Pero sabe que esta vez ERC no dará su brazo a torcer. Y, por tanto, dedicará muy pocos días a este empeño. La decisión ahora es otra: presentarse o no y bajo qué propuesta, bajo qué programa.
Una cosa está clara: Mas hará lo que quiera hacer. Nadie en su partido le cuestionará su derecho a volver a ser candidato, pese a que en privado no todos tengan claro que esta sea la mejor opción. Sin duda es la opción más conservadora: buscar el apoyo al líder y para muchos símbolo del proceso, en su última cita con las urnas. "Es nuestro mejor activo y lo veo con ganas y fuerza", argumenta un miembro del Consell Executiu. Pero, entonces, Mas estaría poniendo en riesgo la citada premisa de que no se presentaría a las elecciones para perderlas. Perder es una posibilidad. Otra es ganar y volver a tener escaso margen de negociación si junto a ERC no logra mayoría absoluta de escaños.
¿VIRAJE?
A estos factores hay que añadir otro, que el propio Mas ha insinuado en sus reflexiones sobre el proceso soberanista y las mayorías: a la vista del resultado del 27-S, insuficiente en términos plebiscitarios, quizá sea el momento de recuperar conceptos como 'derecho a decidir' y 'centralidad', y de que CDC recupere su perfil y ADN pactistas y no rupturistas. Como dice otro miembro del actual Govern en funciones, la actual dirección del partido ha de tomar las riendas porque “solo han actuado haciendo seguidismo de ERC, de la ANC”. Si se trata del espacio central, que podría entenderse con lo que representa, por ejemplo, el PSC, la candidatura de Convergència quizá debería corresponder a perfiles distintos al de Mas, cuya figura está indisociablemente unida a la vía hacia la independencia sin retorno.
Por otra parte, si la nueva CDC adquiere un perfil más progresista, dispuesta a tejer alianzas con ERC y otras fuerzas de la izquierda del Parlament, entonces tampoco Mas sería el candidato ideal, y figuras como la de Neus Munté responderían mejor a este rumbo.
Llegados a este punto de la reflexión, si se produjera un cambio de candidato en la familia convergente, aparecería una de las grandes paradojas: si Mas sopesara no repetir como candidato y ceder el testigo en las elecciones de marzo, ¿por qué no hacerlo ahora, matener el poder y ahorrarse unas elecciones que no pillan a CDC precisamente en su mejor momento?
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