Mas avisa a ERC de que romper la unidad favorecerá al Estado

Mas saluda a los militantes de CDC que se dieron cita ayer en Manresa.

Mas saluda a los militantes de CDC que se dieron cita ayer en Manresa.

JOSE RICO / MANRESA

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Artur Mas ha puesto en marcha la operación de desmantelamiento de la consulta del 9-N. Es una operación compleja porque el presidente de la Generalitat debe proteger dos frentes al mismo tiempo: evitar que su Govern dé imagen de claudicación ante el Estado español y evitar que él mismo sea señalado dentro de Catalunya como el único responsable de que no se vote en la fecha pactada. Dos obstáculos que no ha sido aún capaz de salvar, como puso de manifiesto la tensa reunión que el bloque soberanista celebró el jueves. Tensión cada vez menos larvada que llevó ayer al president a alertar a sus socios del 9-N (ERC, ICV-EUiA y la CUP) de que el «adversario» a combatir no es él, ni CiU, sino el Estado, que sacará tajada del disenso soberanista. Enésima llamada a la unidad en puertas de una semana clave para el desenlace de la consulta.

Como viene haciendo el Govern con los preparativos del plebiscito, que uno tras otro va dejando en suspenso, Mas trató de disimular su repliegue con una fuerte acometida contra el Ejecutivo de Mariano Rajoy por su «intolerancia y prepotencia» con Catalunya. Sin embargo, rodeado de unos 8.000 militantes de CDC, reunidos en Manresa (Bages) para renovar su lealtad al líder en el día del partido, el presidente catalán evitó garantizar que el 9-N habrá urnas, algo que él mismo y los dirigentes de Convergència se han hartado de repetir en los últimos meses, incluso después de la impugnación de la consulta. En su lugar, se dedicó a presionar en favor de un plan b unitario, llámese sucedáneo de consulta o elecciones plebiscitarias.

AYUDAR AL ADVERSARIO / Una presión que representó con una metáfora deportiva: «Querer ser titular en un equipo está muy bien, luchar noblemente entre los compañeros también. Todos tienen derecho a luchar por la titularidad. Pero una cosa es querer ser titular en el equipo de Catalunya y otra muy distinta es jugar a favor del adversario, que es el Estado español». ERC tiene razones para sentir con mayor intensidad esa presión porque Mas se apoyó en los resultados de las últimas elecciones para exigir corresponsabilidad a todas las fuerzas proconsulta: «Si los catalanes repartieron el voto, las responsabilidades también deben ser compartidas», afirmó tras recordar de nuevo que en el 2012 no logró la mayoría absoluta que buscaba con el adelanto electoral.

Dicho en otras palabras: si al final no se puede realizar la consulta, será culpa de la intransigencia del Estado, y no de la falta de arrojo de la Generalitat. Ese es el relato que Mas quiere hacer calar en el resto de partidos soberanistas, con la unidad como mantra catalizador. «Una de nuestras fuerzas es el consenso político y lo tenemos que intentar preservar. Por eso es muy importante que los partidos no se confundan y entiendan que el adversario no está en Catalunya, sino fuera de Catalunya, y se llama Estado español».

Los avisos del president contra esa supuesta «confusión» de adversario llegan después de que el Govern haya sembrado nuevas dudas acerca de la posibilidad real de celebrar la consulta «con garantías democráticas», como supeditó Mas, al incumplir su propio calendario, por ejemplo, posponiendo la difusión del censo del 9-N para no incurrir en una posible ilegalidad. Ante ese contratiempo, que deja la votación pendiendo de un hilo, el líder de CiU admitió lo «delicado» del momento por el que atraviesa el proceso soberanista y remarcó la importancia de prevenir, justo ahora, las tan adictivas «tentaciones partidistas», que ahora mismo, sondeos en mano, favorecen a ERC.

«Los partidos deben decidir si son parte de la solución o del problema. Si falla uno, la cadena entera se rompe», alertó tras poner como ejemplo la solidez que mantiene la movilización de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, con cuyas presidentas se reunió Mas el viernes para intentar tranquilizar al otro frente de presión. La versión oficial es que salieron satisfechas de la cita y conservan su voto de confianza al president.

«JAULA» CONSTITUCIONAL / Sin embargo, ayer, con una cautela extrema, Mas evitó dar cualquier garantía de que la consulta se llevará a cabo y se limitó a reiterar que el 9-N cuenta con el sostén de una mayoría «social, política e institucional». En este tercer apartado incluyó al 95% de ayuntamientos del país, que la semana pasada llevaron hasta el Palau de la Generalitat su apoyo al plebiscito. El líder nacionalista dio una especial relevancia a este respaldo, de lo que puede interpretarse que los consistorios podrían tener cierto protagonismo en ese sustitutivo de votación que persigue el Govern. «Si tenemos todo eso, ¿por qué no vamos a seguir adelante?», se preguntó.

Y hasta ahí pudo leer Mas, que admitió ante los suyos la tensión existente en el bloque soberanista al afirmar que, por el bien de la unidad, debía «morderse bastante la lengua». Todo lo contrario que hizo con el Estado, contra quien lanzó una catarata de dardos por considerar a Catalunya como una «propiedad» y convertir la Constitución en una «jaula». Antes, el número dos de CDC, Josep Rull, había proclamado que el compromiso de su partido con el Estado propio es «insobornable».