Anna Gabriel: "La desobediencia es la alternativa a la resignación"

NEUS TOMÀS

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¿Es consciente de que se ha convertido en una bestia negra de una parte de dirigentes convergentes y, si hacemos caso a las redes, también de una parte de sus votantes? Creo que la red no es un reflejo de la realidad. En estos meses, el pulso que he tomado en la calle es muy distinto. Incluso porque aquellas personas que se me han acercado con un posicionamiento distinto al que tenía la CUP lo hacían de una forma totalmente respetuosa. Y porque han sido muchísimas las muestras de comprensión y otras de total adhesión a lo que estábamos haciendo. El hecho de que se haya identificado tanto un posicionamiento en mi persona, alguien de forma poética hablaba de ‘la nieta de las brujas que no pudimos quemar’, lleva a reflexionar de cómo es de difícil entender la cultura política de la CUP.

Los políticos y medios hemos descubierto cómo funciona la CUP. Pero parece que su cabeza de lista, Antonio Baños, tampoco lo debía tener muy claro. El funcionamiento de la CUP no es solo entender un organigrama, una lógica organizativa, sino también una cultura política. Puede ser que a una persona que no viene de la militancia de la izquierda independentista y no está inmerso en esta dinámica le cueste situarse. Él no compartía la postura de la CUP y le costaba defenderla, cosa que es normal. Tal vez no tuvo la paciencia suficiente para esperar a que se acabase la partida, porque como se ha podido comprobar había partida hasta el último momento.

¿Cuándo fue la última vez que habló con Artur Mas? Fue en el segundo pleno de la investidura fallida.

¿En algún momento pensó en dejarlo correr? No, nunca. En la CUP había voces críticas por haber empezado las negociaciones y a medida que pasaban las semanas había más que pensaban que era un error haberlas concebido como lo habíamos hecho. Yo entendía que se nos pedía que no nos levantásemos de la mesa. Independientemente de la comodidad o incomodidad, teníamos un mandato.

He leído que usted cree que el patriarcado se construye con la exclusión de las mujeres. ¿Los ataques que ha recibido hubiesen sido los mismos si se tratase de un hombre? No, porque ‘puta traidora’ se lo dices a una mujer. Los insultos que han recibido las mujeres de la CUP tenían un componente de objeto sexual muy evidente. Ponían un énfasis en los atributos físicos de forma relevante. Preocupa el nivel de misoginia y que cuando aflora haya tantos silencios en ámbitos políticos y sociales.

Cuando la CUP debatió si había llegado el momento de concurrir a unas autonómicas usted consideró que era prematuro. ¿Visto cómo ha ido cree que tenía razón? La pasada legislatura tuvimos unos diputados que en muchas ocasiones fueron altavoces de movimientos, luchas y reivindicaciones. Subieron el listón de la Cámara en muchas de sus intervenciones y por lo tanto el balance es positivo. Pero también es cierto que nosotros alertamos de algunas cuestiones que es bueno que tengamos presente. ¿Restaremos peso al ámbito municipal? ¿El ámbito parlamentario pasará a ser el preeminente? ¿Caeremos en lógicas de liderazgo cuando nosotros las queremos combatir? ¿Podremos mantener las energías que tenemos en la calle? ¿Moderaremos nuestro discurso porque entraremos en otra arena política?                                                                 

{"zeta-legacy-phrase":{"name":null,"position":null,"text":"Antonio Ba\u00f1os tal vez no tuvo la paciencia suficiente para esperar al final de la partida, porque como se ha comprobado hab\u00eda partida\u00a0hasta el final"}}Algunas pueden haber sucedido. Seguramente, pero nosotros siempre hemos dicho que no somos mejores que nadie y si a determinadas izquierdas de este país les han pasado estas cosas por qué no nos podría suceder a nosotros. Lo que nos toca es hacer una revisión permanente de nuestra tarea parlamentaria.

Son un partido de izquierdas gracias al cual Convergència sigue en el poder. ¿No tiene algo de contradictorio? No haríamos una lectura correcta de dónde está el poder si lo situásemos solo en los cargos de representación del Parlament y el Govern. En la Europa del capital los poderes van más allá. Nosotros a lo que hemos contribuido es a dar la mayoría suficiente para que se articule un Govern de Junts pel Sí, que es cierto que en su seno tiene a una fuerza que es CDC, pero no solo está ella. No sentimos que hayamos facilitado la perpetuidad de los intereses de CDC. El vector es defender los intereses de los dos millones de personas que creyeron que era el momento de iniciar la desconexión con el Estado español.

‘La independencia solo es posible sin CiU’. La frase es suya y la dijo en una entrevista al digital 'Diagonal' en mayo del año pasado. ¿Qué ha cambiado? No ha cambiado nada porque en la entrevista, que va más allá de esta frase, no me refería a las bases de CDC sino a lo que ha simbolizado CDC en este país. Lo resumíamos diciendo ‘queremos acabar con el pujolismo, la corrupción, el autonomismo, la lógica pactista, los recortes y las privatizaciones’. Y las conversaciones con Junts pel Sí fueron en este sentido.  

¿En algún momento habrá que desobedecer la legalidad? Sí, pero también porque la desobediencia forma parte de nuestra práctica política habitual. En situaciones de emergencia social hemos abierto cerraduras y hemos ocupado inmuebles. Igual que actuamos contra el servicio militar. Entendemos que es evidente que habrá que desobedecer y que no compartimos el léxico ni la trayectoria con Junts pel Sí, pero tendremos que ver si la población cree que la desobediencia es un mensaje a emitir.

Vamos a casos concretos. ¿El ciudadano tendrá que decidir si paga los impuestos a una hacienda catalana o a la española? La voluntad es que la decisión final no recaiga en el ciudadano. El Estado español puede reaccionar con la asfixia económica o bien en otro terreno. Veremos cuando llegue el momento si hay acuerdo para el reparto de activos y pasivos o si apelamos a algún tipo de arbitraje internacional.

¿Entiende que haya gente que cuando oye que habrá que desobedecer se asuste? Sí, pero cuando se explica que gracias a acciones desobedientes se ha avanzado, también se entiende. El respeto a una legalidad que no es ejemplo de nada, gestada en el franquismo, no puede operar como límite. Si no nos dejan ser protagonistas de una nueva etapa explicaremos que al otro lado solo hay la resignación y perder la dignidad personal y colectiva.

O sea que, según usted, la desobediencia es la alternativa a la resignación. Sí, y es la alternativa a cuando te dicen que el límite es la ley y no la razón.