EL PULSO SOBERANISTA
Cuando Àngel Ros defendía una "Catalunya-Estado"
El alcalde de Lleida, que acaba de pactar con Ciutadans, acudió a la primera gran manifestación de la Diada, renunció a su escaño y votó en la consulta del 9-N
El nombre de Àngel Ros todavía debe atronar como un martillo en la cabeza del exlíder del PSC Pere Navarro. El alcalde de Lleida, el mismo que esta semana ha cerrado un pacto municipal con Ciutadans, fue el principal estandarte del sector más soberanista de los socialistas catalanes y promovió una batalla contra la estrategia de la dirección del partido que se tradujo en algunos gestos simbólicos. Ros participó en la primera gran manifestación de la Diada, en el 2012; renunció a su escaño para no tener que votar en contra de la consulta soberanista en el Parlament, y fue a votar (en blanco) el 9-N. "No he vendido mi alma. Sigo siendo socialista y catalanista", ha proclamado este viernes el regidor en defensa propia.
Su visión de lo que debía ser el proyecto del PSC, anclado sin titubeos al derecho a decidir, le llevó, en septiembre del 2011, a postularse como candidato a liderar el partido, aunque finalmente se retiró y dio su apoyo al también crítico Joan Ignasi Elena, que resultó derrotado por Pere Navarro en el congreso que los socialistas catalanes celebraron en diciembre de ese año. Pese a ello, Ros se integró en la ejecutiva de Navarro, aunque desde entonces cuestionó la línea marcada por la cúpula en el proceso soberanista. Junto con la 'exconsellera' Marina Geli y otros dirigentes díscolos, el regidor se puso detrás de una pancarta en la que podía leerse 'Catalunya és Estat i som Europa' en la manifestación de la Diada del 2012, punto de partida del proceso soberanista.
Sus tesis quedaron plasmadas en un manifiesto que entregó a Navarro en octubre del 2012 que defendía la necesidad de reivindicar un Estado para Catalunya dentro de España. Entre los postulados que Ros firmaba junto con otros 145 militantes socialistas figuraba el reconocimiento de Catalunya como "un nuevo sujeto político con soberanía propia". El documento proponía que el PSC abanderase la reclamación de un pacto "explícito y bilateral" con España que diese lugar a una "Catalunya-Estado" en un "Estado común español o ibérico". Un nuevo encaje en el que la Generalitat recaudase todos los impuestos y el Parlament pudiese convocar un referéndum de autodeterminación.
Las hostilidades se desataron el 23 de enero del 2013, cuando Ros y otros cuatro diputados del PSC rompieron la disciplina de voto para no rechazar la declaración de soberanía del Parlament. Un mes después, en su ayuntamiento, el alcalde y la mayoría de concejales socialistas apoyaron una moción de CiU de respaldo al texto de la Cámara catalana. "Los 11 concejales socialistas que hemos votado 'si' hemos priorizado claramente el derecho a decidir versus otras consideraciones", argumentó. Las discrepancias propiciaron en agosto del 2013 la constitución de la corriente crítica Agrupament Socialista, cuyo primer posicionamiento fue para defender la legitimidad de la Via Catalana. En este caso, Ros no se 'encadenó' alegando que el acto tenía un cariz exclusivamente independentista.
El alcalde de Lleida no se atrevió a repetir su gesto de indisciplina un año después, cuando el Parlament votó la solicitud al Congreso del traspaso de la competencia para convocar referéndums. Navarro ordenó a sus diputados votar 'no', pero Ros optó por dejar el escaño antes de la votación. Su argumento: "La coherencia, el compromiso y la fidelidad han tenido más peso que el cargo". En una entrevista a este diario, el regidor sostuvo que tras entregar su acta se sentía "menos enfrentado" al PSC.
Ros afirmó entonces que iba a centrarse en su labor como regidor para intentar revalidar su mayoría en el ayuntamiento, pero en julio del 2014, con Navarro ya dimitido, aceptó la oferta de Miquel Iceta para ocupar la presidencia del partido, un cargo de perfil más simbólico que ejecutivo, después de haberle avalado como candidato al liderazgo del PSC. Para entonces, el alcalde de Lleida ya se había distanciado de la estrategia de sus compañeros del ala soberanista, que caminaban poco a poco hacia la escisión. El último gesto 'díscolo' de Ros tuvo lugar el 9-N, cuando acudió a votar en la consulta soberanista. Reveló que había votado en blanco y que lo hizo para "transmitir al Estado que hace falta un cambio, diálogo y que los ciudadanos queremos ser consultados sobre el futuro del país".
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