LA GUERRA DE LAS PERSONAS

Amèlia Piqué y Enric Palet: "El olor de acelga aún me entristece"

AMÈLIA PIQUÉ (Cornellà, 1938). Hija de Domènec Piqué, militante de Estat Català. 

ENRIC PALET (Barcelona, 1934). Propietario de una tienda colectivizada en Sant Gervasi y héroe anónimo.

Amèlia Piqué i Enric palet

Amèlia Piqué i Enric palet / periodico

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Como tanta gente, cuando los alimentos básicos empezaron a escasear durante la guerra civil, Domènec Piqué convirtió el jardín del patio de su casa de Cornellà en un huerto. Cuando se marchó al frente de Aragón, en junio de 1938, aconsejó a su mujer, Amèlia Estades Hopkinson, que fuera arrancando hojas de acelga, que ellas solas irían creciendo. «Debían de cocinarlas todo el tiempo y su olor me sigue poniendo triste. El olor de la tristeza es para mí el de las acelgas, el olor que trajo la guerra», revela la hija del matrimonio, Amèlia Piqué. «El primer recuerdo que asocio a la guerra es el de las yayas llorando. Mi casa estaba triste», insiste.

Nacida en pleno conflicto, la pequeña tenía solo dos meses cuando su padre se incorporó a filas. Desde el frente, Piqué leyó las cartas de su mujer en las que le explicaba que su hija estaba gravemente enferma. "Tenía neumonía. Mi madre había ido vendiendo todo lo que tenía y no tenía dinero para las medicinas. Tampoco era fácil encontrarlas. El señor Gelabert, farmacéutico, las consiguió y le dijo a mi madre que ya le pagaría cuando fuera posible. Ella siempre me decía que aquel señor me había dado la vida", explica. La solidaridad se convirtió en algo imprescindible para sobrevivir. 

La guerra devolvió también hombres tristes. Un día le preguntó a su madre sobre el recuerdo de un hombrecillo que se movía despacio por la casa con un orinal en la mano. "Siempre me hablas de la vida de las abuelas y nunca me hablas de aquel abuelo", le dijo. "Amèlia –le contestó–, ese abuelo era tu padre, que volvió muy enfermo después de pasar por los campos de Argelers y el de Miranda de Ebro".

COLMADO COLECTIVIZADO

Teóricamente, la familia se instaló en Cornellà solo mientras remodelaban su casa en Barcelona, pero la guerra cambió los planes. En la calle de Laforja, donde los Piqué compraban, estaba el pequeño colmado de los padres de Enric Palet Muchart, con quien Amèlia se acabaría casando. Palet explica que la tienda fue colectivizada: "Se organizó una red y a ti te podían enviar a otras tiendas, aunque como la nuestra era pequeña y fuera del centro, mi padre no se movió". Cada comercio tenía asignadas cantidades diferentes en el reparto. "Pero mi padre no acaparaba para nosotros y repartía mucho. Nunca abultó los precios. Era una buena persona. Entonces había mucha gente que se quedaba sin trabajo y él ayudó a muchos que no podían pagar", asegura.

Hace algún tiempo, cuando los Palet reinaguraron su tienda recién remodelada, recibieron con sorpresa que mucha gente apareció con regalos para ellos. "Era gente agradecida por los favores que el padre de Enric les había hecho durante la guerra", revela Piqué.

Según Palet, "los anarquistas lo arruinaron todo. Venían en tropel a la tienda, se llevaban todo y te hacían un recibo a cuenta del sindicato. Nunca pagaban, claro. Pero ese era el mal menor. Las denuncias estaban entonces a la orden del día y venían a pedirle referencias a mi padre de uno y de otro, pero él nunca dijo nada".

Eran tiempos difíciles para todos. Palet tenía 4 años cuando los bombardeos de los aviones italianos que venían de Mallorca se hicieron habituales en Barcelona y asegura que es capaz de recordarlo. "¡Y tanto! ¿Los avisos por radio? No, porque en casa no había radio. Poca gente tenía. Pero me acuerdo perfectamente del sonido de las sirenas", afirma.

"A nosotros nos tocaba ir a un refugio que estaba muy cerca de donde hoy está la Clínica Barraquer, pero mi madre prefería ir al metro de Gràcia porque tenía dos salidas", añade. "Había gente que se quedaba atrapada en los refugios, porque caían escombros sobre la entrada", explica.