ATAQUE A GÉNOVA, 13

Alunizaje antisistema

Imagen del coche empotrado en la recepción de la sede popular.

Imagen del coche empotrado en la recepción de la sede popular.

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace 15 años, entrada la noche, Daniel Pérez Berlanga saltó de la cama y, en pijama, robó el coche de uno de los 460 vecinos de su pueblo, Bronchales, en Teruel. Por aquella gamberrada le detuvo la Guardia Civil. Este era el único antecedente policial que constaba del hombre de 35 años que ayer por la mañana empotró a gran velocidad su Citröen Xantia matrícula de Guadalajara contra la puerta principal de la sede del PP en la madrileña calle de Génova. En el maletero llevaba una bomba fabricada con dos bombonas de butano, casi seis kilos de nitrato amónico mezclado con combustible y un temporizador preparado para que el artefacto explotara en hora y media. Si el reloj fallaba, lo más probable, según los investigadores, el hombre pretendía echar mano de un iniciador de cabezas de cerillas.

Pese al rudimientario artefacto, las intenciones del turolense iban completamente en serio. Llevaba varios días barruntando la idea de atentar contra «todos los políticos», a los que responsabiliza de la situación económica que le impedía encontrar trabajo.

«¡Tengo mujer e hijos!»

«¡Dime qué llevas ahí dentro, que tengo mujer e hijos!», le gritó uno de los dos policías encargados de la seguridad de la sede cuando lo rescató del vehículo y mientras lo esposaba contra una pared. «Sácame de aquí, que llevo en el maletero una bomba con un temporizador», le respondió. Eran las siete y media de la mañana y en la sede del PP los empleados de la limpieza terminaban su jornada. Todavía faltaba un buen rato para que llegaran los primeros trabajadores, e Inés, mocho en mano, casi se muere del susto cuando escuchó el estruendo desde la primera planta. Isabel, la quiosquera que hay frente al edificio, creyó que se trataba de un borracho despistado al volante.

Con la ayuda de los policías de la Audiencia Nacional que a esa hora acuden a la calle de Génova a dejar los vehículos oficiales, en poco tiempo los alrededores estaban precintados; el paso, prohibido, y las estaciones de metro, cerradas. Había que asegurar el perímetro para que los Tedax de la policía trabajaran con toda la tranquilidad.

Las miradas no tardaron en posarse sobre Bronchales, en plena sierra de Albarracín. Ni 40 minutos habían pasado del alunizaje cuando el alcalde del municipio turolense, Francisco Nacher, de la Chunta Aragonesista, atendía con exquisita amabilidad a todos los medios de comunicación que lograban acceder a su teléfono colapsado. «Cómo no le voy a conocer si aquí nos conocemos todos. Vive en mi calle y me cruzo con él hasta dos o tres veces al día. El jueves al mediodía le saludé, pero anoche lo vio mi mujer».

Hijo del que fuera alcalde del pueblo por el PSOE entre el 2003 y el 2007 -y que ahora es propietario una tienda de pinturas-, Daniel Pérez Berlanga llevaba en paro desde mayo, cuando se quedó en la calle tras un ERE en Utisa, la empresa de aglomerados de madera para la que trabajaba en la localidad vecina de Cella. Ese mismo mes se presentó a unas oposiciones para conseguir una plaza de vigilante en el coto de setas que el Ayuntamiento de Bronchales planeaba inaugurar en otoño. Pero quedó el quinto. Tampoco se le veía preocupado. Soltero, sin pareja, sin hijos, tenía su propia casa, junto a la vivienda de sus padres, con los que comía y cenaba a diario.

Ayer por la tarde, agentes de la brigada de información de la jefatura superior de policía de Madrid le condujeron hasta su casa, en la que en los últimos días se dedicó a fabricar la bomba sin que sus padres tuvieran ni la más remota idea. Siguió con detenimiento las instrucciones en Google y en el Discovery Channel, contó a la policía.

Algunos en Bronchales le conocían como «el loco del pueblo». Llevaba un tiempo tomando de manera desordenada medicación para una esquizofrenia que ayer nadie supo decir quién y cuando se la había diagnosticado.