Acorralada por la Púnica

Esperanza Aguirre y Francisco Granados.

Esperanza Aguirre y Francisco Granados. / periodico

GEMMA ROBLES / MADRID

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El deseo de la dirección popular de que Esperanza Aguirre dé un paso atrás, como ya han hecho el valenciano Alberto Fabra o el balear José Ramón Bauzá, y deje la presidencia del PP de Madrid sin necesidad de convocar un congreso extraordinario se ha ido acrecentando de forma proporcional a la difusión de páginas del sumario de la red Púnica, todo un nido de corrupción con epicentro madrileño y un indiscutible protagonista: Francisco Granados. Él fue durante muchos años el número dos de la propia Aguirre en el partido y uno de sus compañeros de gobierno de máxima confianza. Además, consejeros y alcaldes que en su día también obtuvieron sus cargos presentándose a las elecciones con las siglas del PP madrileño están implicados y han dejado para la historia de la vergüenza ajena conversaciones recogidas en ese sumario judicial que, según admitió el vicesecretario de comunicación, Pablo Casado, «abochornan, indignan y avergüenzan» ahora al resto de conservadores. O son «reprochables», como dijo el viernes el propio presidente del Gobierno.

Así las cosas, fuentes del entorno de Mariano Rajoy reconocen a este diario que consideran «indefendible» la posición de una Aguirre que ya salió tocada de las últimas municipales y, que a raíz de las recientes revelaciones ligadas a la operación Púnica, pierde «credibilidad» para exigir responsabilidades a los implicados que trabajaron a sus órdenes directas o entraron en política desde las listas que ella confeccionaba. El último expulsado a instancias de la lideresa ha sido José Miguel Moreno, exalcalde de Valdemoro, célebre ya por admitir que se hizo diputado para tocarse «los huevos».

«Tajante y rápida»

Ella, por su lado, afirma sentirse concernida y responsable, pero hasta cierto punto. «¿Cómo no me voy a sentir concernida?. Me siento abochornada, me siento responsable, me siento indignada y lo que no puedo de ninguna manera es sentir que ustedes [por los periodistas] piensan que yo he sido consentidora», subrayó Aguirre el pasado martes a preguntas de la prensa sobre su situación frente a la operación Púnica. En todo caso, recalcó que además de pedir disculpas a los ciudadanos siempre que lo ha considerado necesario, ha cesado a quien ha creído responsable de corrupción «desde el minuto uno» de haber tenido indicios. Pero en relevantes despachos de la sede de Génova aseguran que ya no basta con eso.

Allí se analiza esta situación y se hacen cábalas frente a unas generales que se presentan complicadas. Se considera fundamental que el PP de Madrid esté fuerte y con liderazgo y, en ese contexto, se suspira por que Aguirre deje paso sin dar la batalla a Cristina Cifuentes, la presidenta de la comunidad, facilitando el relevo en una simple junta directiva.

Pero Aguirre no parece estar por la labor. Algunos de los que fueron sus compañeros de gobierno en Madrid se preguntan por qué ella ha de tener más responsabilidad que la que ha asumido Rajoy, como presidente de todo el partido, ante los casos de corrupción que han asfixiado a los populares o por «su estrechísima relación demostrada» con el extesorero del partido Luis Bárcenas. «Ella siempre ha actuado tajante y con rapidez. No todos pueden decir lo mismo», añade algunas de las fuentes consultadas.

En cuanto a la celebración o no de un congreso en Madrid para impulsar la renovación, Aguirre ya dejó claro que ella quiere un cónclave «refundacional». Y cuanto antes. Una opción que la dirección del PP no contempla como salida a las tensiones con la presidenta de los populares madrileños: Rajoy no quiere congresos internos antes de las generales.

Ya sabían en la cúpula que era una decisión con riesgo elegir a Aguirre para encabezar la lista al ayuntamiento de la capital. Eso suponía devolver poder a quien en varias ocasiones y con desigual virulencia se había enfrentado a su jefe de filas en los últimos años. Seguramente por eso Rajoy trató de garantizarse en abril que a cambio de la candidatura ella dejaría la presidencia del todopoderoso PP de Madrid. Pero Aguirre puso una condición: lo haría si lograba ser alcaldesa. No obtuvo mayoría absoluta y se quedó como jefa de la oposición en el ayuntamiento. Por tanto, el teoría está liberada de su compromiso hasta que se convoquen congresos regionales. Sin embargo cada vez son más los dirigentes nacionales que abogan por su sustitución.