PERSPECTIVAS electorales para el 2012

La cúpula del PSOE se desliza de nuevo hacia el derrotismo

Zapatero, el pasado jueves durante el pleno del Congreso.

Zapatero, el pasado jueves durante el pleno del Congreso.

JUAN RUIZ SIERRA / PILAR SANTOS
MADRID

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Hubo un momento, hace solo dos meses, en el que la euforia, o algo muy similar a ese sentimiento, volvió a sentirse en el PSOE. José Luis Rodríguez Zapatero acababa de remodelar el Gobierno, retomando la iniciativa a través de un mayor peso político en su Gabinete, y el pacto con el PNV y Coalición Canaria (CC) le dio al jefe del Ejecutivo estabilidad suficiente para aprobar los presupuestos y acabar la legislatura. Pero eso fue entonces. Los políticos son muy volátiles y los socialistas aún más. Tanto, que definir al partido como ciclotímico, aunque cierto, es ya un lugar común. Ahora, cuando faltan cinco meses para las autonómicas y municipales y año y medio para las generales, lo que cunde es el derrotismo. El asunto a discutir empieza a ser no tanto si perderán o no ante el PP en el 2012 como por cuánto saldrán derrotados.

COMO EL CHAMPÁN / «No podemos ser como el champán. No podemos dejar que las burbujas bajen tan rápido como han subido», avisó el candidato del PSOE a la Comunidad de Navarra, Roberto Jiménez, cuando el entusiasmo estaba bien alto. Fue el pasado 23 de octubre, en un comité federal -el máximo órgano socialista- en el que Zapatero, crecido, retomó los guiños a la izquierda y explicó que su próxima tarea iba a consistir en el diseño de una indefinida «nueva agenda social». La profecía de Jiménez se ha cumplido.

Los dirigentes socialistas consultados admiten que el anuncio del presidente quedará en muy poco: una ley de cuidados paliativos y gestos en el terreno de la violencia de género. Pero la falta de dinero en la caja impide iniciativas de más empaque. Tras el último zarpazo de los mercados, se ha eliminado la ayuda de 426 euros a los parados que han agotado sus prestaciones y Zapatero ha dado marcha atrás en su promesa a puerta cerrada ante los barones socialistas de archivar la propuesta de aumentar la edad de jubilación. El sueño de reconquistar al electorado de izquierdas se ha esfumado con la misma rapidez con que los inversores devalúan la deuda española.

Ahí están las encuestas. Cada semana se publica alguna que consigna que la ventaja del PP sobre el PSOE es enorme: entre 15 y 18 puntos. Y en el Gobierno hay cierta desesperación porque ni siquiera los conflictos que sus miembros creen que han resuelto de forma satisfactoria, con autoridad y granjeándose el apoyo de la sociedad, como la reciente crisis aérea causada por los controladores, provocan que se retome el vuelo en los sondeos.

EL RELEVO DEL 2012 / Ya sea el cabeza de lista en el 2012 Zapatero o el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, los dirigentes con más experiencia empiezan a pensar en qué le conviene hacer al partido tras la probable derrota en las generales. Es decir, quién debe comandar la nave y regenerarla. «Tiene que ser alguien relativamente joven, porque hablamos del que sería nuestro candidato en el 2016. No puede ser alguien de 60 o 65 años», explica un alto dirigente de la quinta que él mismo da por casi amortizada. Quienes más suenan, según fuentes socialistas, son la ministra de Defensa, Carme Chacón; el titular de Fomento, José Blanco, y el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara.

La extremeña es la única de las autonomías que el PSOE no ve en peligro. Todas las demás en disputa el próximo mayo -Castilla-La Mancha, Aragón, Baleares y Asturias- pueden perderse. Las andaluzas se celebrarán en el 2012, junto con las generales, y allí tampoco existen motivos para el entusiasmo socialista. Y luego están las municipales, donde bastiones tan simbólicos y poblados como Barcelona y Sevilla, quizá pasen (el cambio es más probable en la primera que en la segunda ciudad) a manos de CiU y el PP, respectivamente. No solo lo dicen las encuestas. También lo admiten los dirigentes socialistas que hace solo dos meses, eufóricos, insistían en que la remontada había comenzado.