ANÁLISIS
Una crisis con olvidos
Pere Vilanova
Catedrático emérito (UB).
PERE VILANOVA
Hay situaciones de conflicto instaladas en el tiempo desde hace décadas que, precisamente por su no resolución, producen crisis coyunturales que de repente capturan la atención de los medios y distintos grados de movilización ciudadana. Pero ello no debe traducirse en una falsa simplificación de la complejidad de la situación. Conviene recordar algunos datos que intervienen en el caso, en su diagnóstico, y llegado el caso -pero sin falsos determinismos-, en una justa solución. Llama la atención, por ejemplo, que en las últimas dos semanas, en medio del protagonismo de la batalla de la información, que a nivel internacional Marruecos habrá perdido porque no ha conseguido ganarla, nadie ha hablado de un aspecto esencial del problema. Esencial hoy, en el año 2010, comparado con lo que fue esencial en 1975: el ilegal e ilegítimo acuerdo fraguado entre el último Gobierno deFrancoy el Reino de Marruecos. Lo esencial hoy se denomina Minurso (resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas 690/1991).
El mandato de la ONU
Hay gente que afirma, de buena fe, que «debería intervenir la comunidad internacional». Bien, pues en teoría ya ha intervenido, lo está haciendo desde 1991. ¡Va a hacer 20 años! Está presente sobre el terreno. Tiene un mandato que se deriva de una propuesta del secretario general de las Naciones Unidas de 1990, derivada del acuerdo entre Marruecos y el Frente Polisario de agosto de 1988. Estos mismos días del desmantelamiento del campo saharaui de El Aaiún, representantes de Marruecos y del Polisario se reunían en la sede de las Naciones Unidas. ¿Qué se dijeron?
Por otro lado, y es un hecho objetivo, el Polisario perdió en su día, porque no ganó de modo suficiente, la batalla del reconocimiento internacional. Según el Polisario, 81 u 85 estados (según las fuentes) han reconocido la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) -según la Unión Europea, solo 54 lo han hecho- y es una realidad que 20 países han retirado su reconocimiento. Algunos reconocen al Polisario como «representante legítimo» de su pueblo, pero no la RASD como Estado. En otras palabras, está en la lista de estados virtuales, no reconocidos, que incluye una docena larga de casos, de Puntland a Transnistria. En estas circunstancias, lo ideal es enemigo de lo menos malo. Marruecos debe entender que será juzgado con dureza en el terreno de los derechos humanos, pues es responsable de lo que pasa en un territorio que reclama como suyo. Pero, a largo plazo, la pregunta clave es: ¿cuántas generaciones más de refugiados deben vivir en Tinduf, hasta una victoria final cada vez más improbable?
Las Naciones Unidas, la UE, la Liga Árabe, la Unión Africana, la Unión del Magreb Árabe (de la que forman parte, por cierto, Marruecos y Argelia), Francia, Estados Unidos, la lista de responsables por acción o por omisión es muy larga. ¿Cree alguien en serio que el actual Gobierno español (o el anterior o el que vendrá) sigue siendo el responsable único de este drama humano? Y, sobre todo, que ante la abstención de todos los demás, ¿puede revertir la situación?
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