Nuevo litigio en el norte de África

Marruecos vuelve a utilizar Melilla para tensar la relación con España

Unos barcos de vela navegan frente a la valla fronteriza que separa Melilla de Marruecos.

Unos barcos de vela navegan frente a la valla fronteriza que separa Melilla de Marruecos.

MAYKA NAVARRO / Madrid
BEATRIZ MESA / Rabat

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Marruecos sigue tensando la cuerda. Con pequeños gestos discretos, como el que da patadas por debajo de la mesa, el país norteafricano mantiene la tirantez en las relaciones con España pese a los ostentosos esfuerzos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por aparentar una normalidad difícil de acreditar. Y Melilla vuelve a ser el escenario de ese pulso. El sábado pasado, en una acción sin precedentes, la gendarmería marroquí, expulsó de las playas de Marruecos a la cuarentena de barcos de recreo españoles que fondeaban en sus aguas.

La operación de desalojo se realizó, según fuentes policiales marroquís, por cuestiones de seguridad y porque las embarcaciones «carecían de documentación». Extraño argumento, ya que no se pidieron los papeles a ningún patrón, según varios marineros consulados. Los mismos portavoces marroquís indicaron que no era la primera vez que se hacía un operativo de estas características y que responde al compromiso de Marruecos en la lucha contra el tráfico de personas y de droga.

En Melilla la interpretación es otra. Con un censo de 363 embarcaciones deportivas que toda la vida han navegado y fondeado en aguas marroquís, los melillenses sostienen que el gesto del fin de semana es una nueva provocación a España. Y niegan que haya precedentes. El propio vicepresidente de la ciudad autónoma, Miguel Marín, confirmó a EL PERIÓDICO el incidente, pero quiso restarle gravedad y lo definió como «un suceso esporádico». «Esperamos que no se repita», agregó.

AGUAS CRISTALINAS / Propietario de un barco, Marín no navegó el pasado fin de semana, pero tiene conocidos que sí lo hicieron y fueron expulsados de la cala de Tramontana. Juan es uno de ellos. Llegó con su moto acuática, como cada fin de semana, para escapar de la sensación de claustrofobia que en ocasiones provoca Melilla. La cala es muy frecuentada por los melillenses. Tiene un dique natural que la resguarda y cuando sopla levante y hay mal tiempo, sus aguas están cristalinas y en calma. Muchas familias duermen en su barco y otras tantas tienen casas en el litoral a las que acceden por mar. Juan llegó con su moto y a las dos horas apareció la embarcación de la gendarmería marroquí.

«Descendieron en dos zódiacs y gritaron a todo el mundo que debíamos irnos. Que ya no podíamos estar allí. Es increíble. Esto cada vez está peor. ¿Qué será lo próximo?»

Said Chramti tiene la respuesta. El es uno de los dos activistas marroquís que convirtieron la tierra de nadie del paso fronterizo de Beni Enzar en el epicentro de una compleja crisis diplomática que obligó al Rey a descolgar el teléfono y al ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, a desplazarse a Rabat. Chramti advierte que lo próximo será «prohibir» a los melillenses pernoctar en Marruecos.