entrevista con el PRESIDENTE DE CiU

Artur Mas: «Ejercer el derecho a decidir comportará tensión con España»

En la sede de CDC El candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat, Artur Mas, el jueves.

En la sede de CDC El candidato de CiU a la presidencia de la Generalitat, Artur Mas, el jueves.

ENRIC HERNÀNDEZ
BARCELONA

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El recorte del Estatut a manos del Tribunal Constitucional echó a Catalunya a la calle, pero también ha hecho saltar por los aires cualquier esperanza de una unidad política en favor del autogobierno catalán, fracturando también al tripartito.

–¿Y ahora qué?

–Ahora, lema y cambio. El lema del 10-J,Som una nació, nosaltres decidim, debe presidir el nuevo camino. Y cambio, porque si seguimos como hasta ahora, Catalunya se va contra las rocas. Y no nos conviene, a ninguno de los catalanes.

–Al defender el derecho a decidir, la autodeterminación en suma, rompe con la línea autonomista de la etapa de gobierno de CiU. ¿A qué responde este giro estratégico?

–Durante 30 años apostamos por el autogobierno catalán dentro de una Constitución interpretada flexiblemente, y dio frutos. Ahora la sentencia del Constitucional nos dice que ese camino no tiene futuro. Como no seguiremos en un camino sin futuro y es una utopía que PSOE y PP pacten una reforma constitucional que acoja a Catalunya en una España plurinacional, solo nos queda el camino del derecho a decidir. Ahora bien, eso requiere una transición. Lo que llamo la transición catalana.

–¿Qué escalas y límites tiene el derecho a decidir?

–Límite, de entrada, ninguno. El límite máximo sería que Catalunya tuviera un Estado propio. Otra cosa es que se pueda llegar o no, porque esto depende de cómo evolucione la sociedad catalana.

–Objetivo, ¿la independencia?

–No es el único horizonte posible. Es una opción, pero no la única. En la última fase del derecho a decidir, el horizonte puede ser tener un estado propio, pero no se llegará ni fácil ni rápidamente. En todo caso, sería necesario un grado de entendimiento entre los estados catalán y español. Por ejemplo, mediante una federación de estados. El ejercicio del derecho a decidir requiere dos cosas: no fracturar la sociedad catalana, que no haya grandes tensiones internas, y saber que un proceso de estas características siempre puede comportar una tensión con España. El país tiene que estar preparado para soportar esta tensión.

–Con España, y con Europa...

–No debemos pensar en una Catalunya encerrada en sí misma. Será más fácil para Catalunya ejercer el derecho a decidir dentro de una Europa federal de verdad, equivalente a los Estados Unidos de América. No sé si llegará en 10 años o en 20, pero si Europa no alcanza ese estadio, no contará nada en el mundo.

–Y la primera escala del trayecto, a su juicio, debe ser el concierto.

–Sí, administrar nuestros propios recursos, como en el concierto de los vascos o el convenio de los navarros, aunque no lo llamemos así. La ventaja es que en este punto no fracturaremos a la sociedad catalana.

–Pero una consulta sobre el concierto exigiría la autorización previa del Estado, algo inverosímil.

–Hay dos mecanismos: o una consulta popular que no sea vía referendo, lo que nos obligará a cambiar la ley catalana en vigor, o a través de unas elecciones. Si un partido lleva en su programa esa demanda de forma muy explícita y obtiene la mayoría absoluta, significa que la gente apuesta claramente por eso.

–Eso, o volver al esquema clásico de CiU: apoyo al Gobierno central a cambio de más autogobierno.

–Quizá puntualmente, pero no como norma general. En el pasado fue norma general de CiU; ahora debe ser la excepción. Si un gobierno español, del color que sea, nos acepta un planteamiento de fondo como el concierto, el pacto fiscal, se podría replantear un escenario como ese.

–¿Cómo leyó la protesta del 10-J?

–Allí se mezclaron tres sentimientos: la frustración por el bajo nivel de la política catalana; el cabreo por cómo nos tratan los poderes del Estado y, a la vez, percibí ilusión, el proyecto de un país que mira al futuro. El problema es que no se nos acepta tal como somos. Nos quieren calladitos, domesticados, productivos y folclóricos, pero no demasiado identitarios. Mucha gente lo ha percibido con la sentencia sobre el Estatut, en la que hay un cierto ensañamiento con lo que representa Catalunya, una humillación que recuerda las peores expresiones de Aznar. Por eso, aunque el Estatut no haya valido la pena desde el punto de vista del autogobierno, sí ha servido para que abramos los ojos.

–«No nos aceptan tal como somos». ¿Y cómo somos? ¿Como los que se manifestaron el 10-J o como los que celebraron el triunfo de la Rojaen la plaza de España?

–Somos un país muy diverso y heterogéneo, pero una gran mayoría siente a Catalunya como nación. Lo que no está reñido por parte de mucha de esta gente con una posible pertenencia a un ámbito español.

–Tras el recorte del Estatut, la unidad catalana, en caso de que existiera, apenas duró unos días: se forjó un viernes en el Parlament y se rompió el martes en el Congreso.

–La unidad catalana es más un deseo que una realidad, desgraciadamente. Pero no es aceptable decir que los partidos catalanes hicieron el ridículo en Madrid: si cuando un partido catalán falla la culpa es de todos, entonces no tenemos defensa posible. En el Parlament, CiU bajó el listón muchísimo al apoyar la propuesta delpresident Montilla, para que hubiera cierta unidad y no hiciéramos el ridículo como país. En términos castellers, no podía ser que el 10-J la gente hiciera piña en la calle y que los políticos hicieran leña en el Parlament. Pero el PSC se cargó esa unidad de mínimos en Madrid, le temblaron las piernas porque no quería enfadar al PSOE. Han hecho un gran daño a Catalunya, porque han tocado la línea de la dignidad. Le diré algo que no se sabe: en el Congreso, la tarde anterior a esa votación, ofrecimos a los socialistas catalanes retirar nuestra resolución, entera, y votar solo el texto del Parlament. Y nos dijeron que no.

–¿Apreció algún avance en la reu-

nión entre Zapatero y Montilla?

–Fue una puesta en escena con vistas a las elecciones, sin ningún acuerdo significativo. Y, conociendo a Zapatero, aunque prometiera alguna cosa tampoco nos lo creeríamos.

–¿CiU no apoyará más a Zapatero en Madrid bajo ningún concepto?

–No apoyaremos los presupuestos para el 2011. Ayudaremos a Zapatero a pasar estos meses, hasta diciembre, para que haga los deberes que le han puesto desde fuera, pero no le daremos oxígeno para que agote la legislatura. No podremos llegar hasta el 2012, porque su falta de credibilidad es total y absoluta. A partir de ahí, que Zapatero piense en marcharse o en convocar elecciones.

–Encara la campaña catalana abogando por un «gobierno fuerte». ¿Renuncia a cualquier alianza?

–Si no es un gobierno monocolor no será un gobierno fuerte. En función del resultado electoral, puede que no tengamos más remedio que hacer una coalición, pero no será unpoti-poticomo el tripartito.

–Para gobernar en solitario, ¿a qué resultado aspira?

–Gobernaré en solitario si CiU obtiene más diputados que la suma del tripartito. Esa es la condición.

–¿Cuál es su receta económica, en una etapa de escasos recursos?

–Lo primero es tener el gobierno de los mejores, sobre todo en el área económica. Que dirija el equipo económico gente de primerísima fila, referentes del mundo empresarial que den confianza y credibilidad al tejido económico y productivo. Lo segundo será crear un gobiernobusiness friendly, amigo de la actividad económica, no como el actual. Tercero, ayudar a las empresas, pequeñas y medianas, a tener más crédito. Cuarto, liderar desde la Generalitat la política económica estatal. Quinto, no subir impuestos mientras dure la crisis. Sexto, un programa ambicioso de formación profesional. Séptimo, fomento de la innovación empresarial y de la investigación en las universidades. Octavo, más recursos para infraestructuras. Noveno, confiar mucho más en la iniciativa privada y en la iniciativa de la sociedad civil para hacer cosas muy diversas: desde infraestructuras hasta escuelas, pasando por hospitales, centros de atención primaria e incluso la prestación de servicios sociales. Y décimo, ayudar a situar a Catalunya en el mundo, también desde el punto de vista económico. Algunas de estas cosas requieren recursos, pero no todas. En todo caso, debemos plantear correctamente y con éxito el tema del concierto económico. ¿Por qué Euskadi y Navarra han capeado la crisis mejor que nosotros? Porque tienen más recursos.

–La Fundació Trias Fargas, ligada a Convergència, aceptó meses atrás devolver al Palau de la Música el importe de los convenios que firmó con Fèlix Millet. Pero las sospechas de una posible financiación irregular de CDC se amplían: nuevos documentos del Palau apuntan al reparto de comisiones por obras públicas entre Millet y su partido...

–Yo me tengo que fiar más de lo que me dicen las personas de confianza de mi partido que de las anotaciones que hicieron Millet o [Jordi] Montull, que ya han reconocido que actuaban irregularmente. Al margen de la comisión de investigación del Parlament, una charlotada montada por el tripartito que se ha acabado girando en su contra con el caso del hotel del Palau, aquí hay un procedimiento judicial abierto que tendrá unas consecuencias y un ritmo. Quiero dejar muy claro que Convergència prestará la máxima colaboración en el proceso judicial. Igual que devolvimos el dinero al saber que Millet no tenía poderes para firmar los convenios con la Trias Fargas, ahora digo que yo no quiero ni un euro del Palau de la Música, en las condiciones en que se ha gestionado. ¡Ni un euro!

–Insisto, las pruebas van más allá: indican el cobro de comisiones por obras públicas de la etapa de CiU. ¿Pone la mano en el fuego por la financiación de su partido?

–Estoy convencido de que las adjudicaciones que hizo la Generalitat en aquella época, incluidas las de Ferrovial, eran limpias, transparentes y bien hechas. Y si no, que se demuestre lo contrario.