El estado de la nación

Zapatero: «No se puede tapar la boca a quienes se sienten nación»

JUAN RUIZ SIERRA
MADRID

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El debate sobre el estado de la nación (española) acabó ayer tal y como había empezado, con referencias constantes a ese lugar que, según el preámbulo de su texto fundamental –carente de eficacia jurídica, dijo hace poco el Tribunal Constitucional (TC)– es, también, una nación: Catalunya. Poco importó que el heterogéneo grupo parlamentario que faltaba por intervenir, el Mixto, formado por el BNG, CC, UPD, UPN y NaBai, tuviese escasos lazos con esta autonomía. En su respuesta a una Rosa Díez (UPD) que estuvo aún más dura con el presidente del Gobierno que Mariano Rajoy el día antes, José Luis Rodríguez Zapatero, empeñado en hacer guiños a Catalunya tras la multitudinaria manifestación en Barcelona del sábado pasado, dijo: «No se les puede tapar la boca a quienes se sienten una nación».

Los discursos de las cinco fuerzas políticas, que por su escasa representación parlamentaria se ven obligadas a integrar un grupo único, ilustraron de forma nítida la situación de Zapatero frente al autogobierno: el jefe del Ejecutivo, en función de a quién se le pregunte, es un irresponsable que ha tratado de dinamitar España o bien un timorato político que se llena la boca de grandes palabras sobre la «España plural» y que luego, a la hora de la verdad, no hace absolutamente nada para impedir reacciones centralistas.

Dos ejemplos opuestos. A ojos de Díez, el presidente del Gobierno «ha tirado por la borda todo el esfuerzo de vertebración y consenso que supuso la transición» al «pactar un nuevo modelo territorial con los partidos políticos que no creen en el Estado español y defienden que cada autonomía es una nación y por tanto un Estado». Para Francisco Jorquera, portavoz del BNG, lo ocurrido con la Carta catalana en los últimos cuatro años –desde que el PP interpuso el recurso de inconstitucionalidad hasta que el TC recortó la norma– «no ha sido responsabilidad única» de los conservadores, sino que Zapatero «también es responsable por inhibirse, por abdicar de la defensa de un Estatut que votó».

MÁS RELAJADO / Y Zapatero, a quien tras el maratón del miércoles se le vio cómodo y relajado durante una sesión a la que Rajoy prefirió no asistir, trató de argumentar que ni una cosa ni la otra. Recuperó el concepto, muy de la pasada legislatura, de «España plural» –«los avances durante los últimos seis años de la España plural han sido sustanciales y decisivos», sostuvo– y reconoció, si bien de forma velada, que el TC, cuatro de cuyos miembros han expirado su plazo, necesita una buena dosis de reputación: «Queremos fortalecer al máximo su prestigio. Esta es una de las tareas más difíciles e importantes que tenemos por delante».