PERFIL DEL NUEVO PRESIDENTE DEL GOBIERNO VASCO

Patxi López comenzó con 16 años su carrera en las Juventudes Socialistas, cuando eran clandestinas

A los 40 años sucedió en la secretaría general del PSE a Redondo Terreros

ANA GARBATI
BILBAO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Con 16 años se afilió a las Juventudes Socialistas. Estaban aún prohibidas. Era 1975 y, para ese momento personas, como Ramón Rubial, Felipe González, Carmen Garcia Bloise o Manuel Chaves eran habituales en la siempre concurrida cocina de su casa paterna. Allí, en el barrio de Coscojales, de Portugalete, se compartía una buena cazuela de bacalao o caracoles cocinados por su madre, Begoña, y una intensa charla política oficiada por su padre, Eduardo López Albizu,Lalo, soldador del astillero La Naval y responsable en la clandestinidad de las finanzas del PSOE.

Lalo era un líder sindical reconocido y su militancia le llevó a la cárcel y al destierro. Por eso, Patxi López no pudo hacer la primera comunión con sus amigos. A su madre la habían enviado a Cáceres y a su padre a Huercal Overa (Almería). Era sólo un niño y enseguida supo lo que significaba defender la libertad y las ideas en una dictadura.

Por eso se afilió pronto a las Juventudes Socialistas y quizá por eso ha dedicado su vida al partido y la organización. De hecho, desde que sustituyó a Nicolás Redondo Terreros al frente del PSE en Vizcaya, su trayectoria se ha vinculado a la acción interna e institucional como diputado en el Congreso y en el Parlamento vasco.

Melómano tímido

Aficionado a la fotografía, es un melómano practicante. Su colección de discos, entre ejemplares de vinilo y cederones, supera las 8.000 unidades. De música se lo sabe casi todo. Por eso Eduardo Madina le pidió que se encargara de pinchar discos en su boda. Los instrumentos musicales son otro de sus vicios. Los colecciona para aprender a tocarlos.

También el baile le encandila. De hecho perteneció durante 15 años a un grupo de danzas. Pero pasiones, lo que se dice pasiones, solo confiesa una: la que siente por su mujer, Begoña Gil, concejala en el Ayuntamiento de Bilbao y de la que empezó siendo lo que él mismo ha denominado un "amigo cultural" porque su relación se ceñía a ir juntos al cine, al teatro o a conciertos. López, que se reconoce tímido, no dudó en disputar la secretaría general del PSE tras la dimisión de Nicolás Redondo en diciembre de 2001. No estaba de acuerdo en cómo se habían hecho las cosas, no entendía el acercamiento al PP tal y como lo había plantado el jefe de filas y decidió presentarse para defender un proyecto autónomo.

Entonces no contaba con el favor de Zapatero. El aparato del partido en Madrid no parecía dar un duro por "el hijo de Lalo". Pero su alianza con el sector guipuzcoano, que capitaneaba Jesús Eguiguren, le aupó a la cabeza del PSE el 23 de marzo de 2002. En aquel momento, solo el 15% de los vascos decía saber quién era López, mientras que el pasado enero esa cifra alcanzaba ya al 96%. Fue el inicio de una carrera de fondo. El primer objetivo, la paz interna en la organización, parecía inalcanzable y, sin embargo, lo consiguió. El segundo, protagonizar el cambio y dar paso a la alternancia en Euskadi, se antojaba un sueño. Y lo ha logrado.

López salía ayer de la Casa de Juntas de Gernika exultante. Pero no estaba en las nubes. Sabe que lo más dificil empieza ahora y que no lo va a tener nada fácil.