María Dueñas

El 'boom' de Tetuán

La serie y la novela 'El tiempo entre costuras' han convertido a la ciudad marroquí en un nuevo foco turístico en el que proliferan rutas que muestran los escenarios en los que se desarrolla la ficción.

Un taller de tintes en la ciudad marroquí.

Un taller de tintes en la ciudad marroquí.

POR beatriz mesa

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Quiero contratar la ruta de El tiempo entre costuras». Es lo que suelen solicitar los turistas españoles cuando acuden a una agencia de viajes para organizar un viaje a Marruecos. Si bien antes Tetuán, al norte del país, quedaba desplazada de los circuitos turísticos, hoy representa más que un alto en el camino de todo curioso por conocer cada una de las escenas donde se rodó la popular serie española El tiempo entre costuras, basada en la novela del mismo nombre de la escritora María Dueñas. «Suelen venir buscando dónde se encuentra la calle La Luneta, la antigua estación de tren, el casino, la antigua plaza Primo de Rivera, o el lugar donde la protagonista de la serie tenía la pensión cuando abandonó Tánger»,  asegura Asma Elasri, tetuaní y empleada del Hotel Blanco Riad, muy emocionada al ver llegar turistas de todas partes, en especial, de Barcelona, Madrid y Granada. «La novela ha transformado el turismo de mi ciudad y a mí me ayudó a conocer una etapa muy importante de España», añade.

Algunos siguen recordando la ciudad con mucha nostalgia, otros con cierta amargura. Depende de la experiencia personal de cada español que vivió en la Tetuán del protectorado que duró 44 años (1912-1956) y que hoy recuerda la novela de Dueñas. La escritora recurrió a una ingente documentación histórica que le sirvió para hilvanar esta historia de amor, conspiraciones políticas y espionaje que se desarrolla cuando estaba a punto de estallar la guerra civil y muchos optaron por refugiarse en el «sur» de lo que se venía encima.

Tetuán es el lugar donde se desarrolla buena parte del hilo argumental que recupera la memoria de una historia común entre España y Marruecos a partir de un personaje clave del que es fácil enamorarse: la madrileña Sira Quiroga, protagonista de la novela e interpretada en la serie por Adriana Ugarte. Mujer humilde, modista y con pasado desgarrador, el personaje atrae a todos esos turistas que, por ejemplo, quieren conocer in situ el taller donde la mujer cosía para la alta alcurnia de la época y estrechó una fuerte amistad con Rosalinda Fox, la amante de Juan Luis Beigbeder, ministro de Asuntos Exteriores durante la primera etapa del franquismo.

Paseando por Tetuán, cualquier turista tiene la impresión de recorrer las calles de los pueblos de Andalucía, igual que el paseo que lleva a la intendencia militar donde vivían los familiares de los soldados españoles. «Se ve muy bien esta intendencia en El tiempo entre costuras y es uno de nuestros puntos de referencia en la ruta turística. En el capítulo uno de la novela se ve esta escena: Sira está comprando todo el material para coser los vestidos que la diplomacia le pide, concretamente los de su mejor clienta, Rosalinda Fox», explica el guía Abdelatif.

Su punto de partida suele ser el Hotel Blanco Riad de Tetuán, ubicado en una casa con patio del siglo XVIII donde la autora de la novela pasó buena parte del tiempo escribiendo lo que luego se convertiría en un best-seller con más de dos millones de ejemplares vendidos. «También se han hospedado muchos actores de la serie. Han sido unos meses muy interesantes», comenta Asma.

Hay otra parada obligada dentro de la medina, el corazón de toda ciudad marroquí que funciona «como un cuerpo vivo», según el guía Abdelatifi, porque «representa la transición de una organización tribal en la que la gente vendía de forma ambulante a una estructura fija». «Cerca de esta plaza -sigue Abdelatif, enseñando el té a la menta elaborado según el método tradicional del carbón- se encuentra La Cantina, donde se discute en la novela la trama de las pistolas que Quiroga esconde bajo sus faldas». La vida entre costuras de Sira ha devuelto una amplia sonrisa a Tetuán, la única ciudad del país donde la llamada a la oración del muecín se mezcla con las campanadas de una imponente iglesia, conservada y destinada a los últimos españoles.