Al contrataque

Silvia y Lucía

PEPA BUENO

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Silvia es boliviana y lleva unos pocos años en España trabajando como empleada doméstica interna. Se decidió a venir fascinada por la experiencia de unas parientes que aterrizaron en nuestro país a mediados de los 90, trabajaron sin descanso más de una década cuidando niños, ancianos, enfermos, limpiando casas, hoteles, oficinas… y regresaron a su país con el dinero suficiente para comprarse la casita y empezar una vida mejor.

Silvia estaba más preparada que ellas, había ido más tiempo a la escuela e incluso completó un ciclo parecido a la formación profesional. Pero ella llegó a España cuando las luces de la fiesta empezaban a apagarse. Así que hizo lo mismo que sus parientes: limpiar, aprender a cocinar lo que nos gusta aquí, quitar mocos, hacer meriendas y criar hijos ajenos, pero ella ya con muy pocos contratos y por menos dinero. Hace un mes la detuvieron sin los papeles en regla y ha estado varias semanas en un CIE, un centro de internamiento de extranjeros, que son un limbo jurídico de difícil explicación. Ya está en libertad, obsesionada ahora con ahorrar para pagarse el billete definitivo de vuelta.

Pensaba en ella ayer en Cádiz, mientras arrancaba la Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno. Una cumbre a la que España acude asfixiada, agobiada, buscando oxígeno para nuestras pymes en esas mágicas cifras de crecimiento que llegan de países como Brasil, Chile, México o Ecuador. Primero fueron las grandes empresas y ahora son las pequeñas y medianas. Pero no solo las pymes quieren hacer las Américas. Un total de 147.930 españoles, según el Instituto Nacional de Estadística, se fueron al Cono Sur durante el 2011. Y la crisis no ha hecho sino agudizarse desde entonces, luego habrá muchos otros preparándose para irse.

Marcha a Chile

Entre ellos está Lucía. 30 años, licenciada en Filosofía, con dos másteres sobre su currículo, ganas, voluntad y determinación de salir adelante. Lleva meses recopilando sus títulos académicos y aceptando toda clase de trabajos, desde vender libros a disfrazarse de muñeco en unos grandes almacenes, para comprar el billete de avión que la deposite en cualquier país de Latinoamérica que no haya desterrado la enseñanza de las humanidades de sus planes de estudio. Si quisiera ir a Chile, por ejemplo, puede optar a un permiso temporal de un año para buscar trabajo, pero antes el Gobierno chileno debe considerar que su formación es interesante para el país y concederle ese visado. De lo contrario se irá de turista, con estancia autorizada de tres meses, se buscará la vida y aspirará a trabajar como ilegal sin papeles. ¿Les suena? Su familia está preocupada, claro, pero la anima a buscarse un horizonte. Supongo que les parece imposible que acabe recluida en un lugar equivalente a un centro CIE.

La historia tiene estas cosas, que te pone frente al espejo a nada que te descuidas. Y a veces no te ves nada favorecida.