Al contrataque

Españoles sin casa

Gente entrando en una oficina de empleo de Madrid.

Gente entrando en una oficina de empleo de Madrid. / ms

PEPA BUENO

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Me preguntan unos amigos ingleses por la asombrosa calma social en España con el 25% de paro. Una cifra que manejábamos al comienzo de la crisis como la hipótesis extrema de que todo fuera mal, y todo ha ido tan mal que ayer la encuesta de población activa (EPA) confirmó que ya estamos por encima de esa cifra. Todos tenemos ya una o varias personas cercanas que han perdido el empleo y sabemos cómo cambia la vida, la actitud y la autoestima de quien lo sufre. Cómo se modifica la relación con los otros, la pareja, los hijos, los padres, los amigos. Resulta insultante que con este panorama haya quien considere desincentivadoras las ayudas públicas a los desempleados. Quizá pudo ser así, y desde luego no de forma generalizada, en otro tiempo. Pero hoy la inmensa mayoría de los parados saben que su objetivo prioritario es seguir en el mercado laboral. Aunque la oferta que reciban esté muy por debajo de su cualificación o expectativas.

Tienen razón mis amigos. Es asombroso que, con estas cifras de paro, el miedo al futuro venza a la ira ante una realidad para la que no se vislumbra salida a corto plazo. Protestan los sindicatos y los trabajadores afectados por los despidos, pero las primeras muestras de protesta solidarias y espontáneas de la sociedad civil han sido por los desahucios de viviendas. Incluso se han organizado plataformas.

Unos 300.000 desahucios en cuatro años de crisis son muchos desahucios. Especialmente en un país que ha hecho de la propiedad de la vivienda una seña de identidad: el termómetro de la prosperidad, la herencia para los hijos, el lugar bajo el sol. Iniciativas de todos los colores y de todos los gobiernos para invertir la tendencia, estimular el alquiler y rebajar el número de propietarios han sido ineficaces, seguramente porque no eran las herramientas adecuadas y porque el boom inmobiliario estimulaba la compra, pero también porque tropezaban con un problema cultural.

Recuerdo perfectamente a un joven de apenas 20 años reprochándole a José Luis Rodríguez Zapatero en el programa Tengo una pregunta para usted de TVE que no podía comprarse un piso. O sea, que es una cultura que hemos transmitido a nuestros hijos. Y el jueves nos golpeaba el suicido de un vecino de Granada minutos antes de entregar su casa. Así que ojo con este drama social, que tiene debajo un polvorín.

Un código sin resultados

Urge que las ayudas públicas a la banca alcancen de alguna manera a los endeudados que pueden quedarse a la intemperie. Lo recomendaban esta semana magistrados del Consejo General del Poder Judicial e incluso el Fondo Monetario Internacional. Porque está claro que el código de buenas prácticas, voluntario para la banca, que aprobó a bombo y platillo el Gobierno al llegar al palacio de la Moncloa no está dando ningún resultado.