entrevista con el director

Steve McQueen: "EEUU es una potencia gracias a la esclavitud"

PODERÍO El director Steve McQueen, fotografiado esta semana en Nueva York, en una visita a las Naciones Unidas.

PODERÍO El director Steve McQueen, fotografiado esta semana en Nueva York, en una visita a las Naciones Unidas.

NANDO SALVÀ
BARCELONA

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Su primera película, Hunger (2008), significó una de las más enérgicas irrupciones de talento que el panorama cinematográfico reciente recuerda; con la segunda, Shame (2012), todas esas promesas quedaron sobradamente confirmadas, y ahora la tercera, 12 años de esclavitud -o la historia de Solomon Northup, hombre negro libre que en 1841 fue secuestrado y vendido como esclavo- promete llenarle la vitrina de oro con forma de estatuilla. Pero, pase lo que pase mañana, Steve McQueen ya es un grande.

-Puede convertirse en el primer cineasta negro en lograr el Oscar al mejor director. Lo sabe, ¿no?

-Sí, y sería un honor. Creo que este es un buen momento para los artistas negros, sobre todo en Estados Unidos y gracias a la influencia de Barack Obama. Películas como El mayordomo Fruitvale Station lo demuestran. Me da la sensación de que muchos artistas sienten la autoridad para contar ciertas historias ahora que tienen un presidente negro. Y al mismo tiempo los estudios también se dan cuenta de que pueden hacer dinero con estos proyectos.

-Pero, ¿no le inquieta que ningún director afroamericano haya ganado antes ese premio?

-Está claro que Hollywood tiene muchos errores que enmendar con respecto a su forma de tratar la cultura afroamericana. Por ejemplo, el cine ha ignorado por sistema la esclavitud. La segunda guerra mundial duró cinco años y hay cientos y cientos de películas del Holocausto, mientras que la esclavitud duró 400 y apenas hay 20. Es hora de equilibrar esas cifras. El libro de memorias de Solomon Northup en el que se basa 12 años de esclavitud debería ser lectura obligatoria en todas las escuelas, como lo es El diario de Ana Frank.

-Cuando, en el último plano de la película, Solomon mira a cámara durante un largo plano, es como si estuviera increpando al espectador.

-Esa era la idea. Es como si nos estuviera preguntando: «¿Qué vais a hacer al respecto?». Porque tenemos que abrir los ojos ante lo que sucedió. Si le damos la espalda, estamos perpetuando un tipo de comportamiento que aún existe: en la actualidad sigue habiendo 21 millones de esclavos en todo el mundo. Y nunca se ha hablado realmente de lo que significó la esclavitud. Fue una de las mayores industrias económicas en el mundo, y sirvió para financiar a Estados Unidos. Si hoy Norteamérica es una potencia, es gracias a la esclavitud.

-Pero usted es británico. ¿Se siente un outsider contando esta historia? 

-No me siento un outsider en absoluto. Soy parte de la diáspora causada por la trata de esclavos. Mis padres proceden de las Indias Occidentales. Mi madre nació en Granada, como la de Malcolm X. Sidney Poitier nació en Bahamas. Es nuestra historia, una  historia global. Nosotros somos la prueba de que la esclavitud existió. La diferencia entre los estadounidenses y yo es que su barco giró a la izquierda, y el mío a la derecha. Pero nada más.

-Hay quien dice que su película es demasiado violenta. ¿Qué contesta?

-Que esas personas deberían leer el libro de Solomon Northup. La violencia que describe es tan terrible que nosotros al adaptarlo tuvimos que atemperarla enormemente. Pero, por otra parte, ¿cómo se supone que vas a hacer una película sobre la esclavitud sin incluir violencia? Evitarla habría sido una falta de respeto al sufrimiento tanto de Northup como de todos esos millones de personas. En última instancia, ¿has oído a alguien protestar porque el cine sobre el Holocausto es demasiado brutal?

-Otros se quejan de que es una película de estética demasiado calculada. Demasiado bonita.

-Bueno, las cosas más terribles pueden suceder en los lugares más bellos. Si visitas Luisiana, que en su día fue epicentro del esclavismo, te darás cuenta de que es una región de magníficos paisajes. Así de perverso es el mundo. Fíjate en las pinturas de Goya, que recrean escenas horribles de tortura y guerra y devastación, y sin embargo son hermosísimas.

-Usted ha pasado de triunfar en el videoarte, basado en la estética, a hacerlo en el del cine, basado en la narrativa. ¿Ha sido un tránsito difícil?

-No, en absoluto. Para mí el arte es como la poesía y el cine es como la novela. Se usan las mismas palabras, se dice lo mismo, pero de manera diferente. Hacer una película es un proceso más grande y más largo, por supuesto. Tardas 10 meses en hacer algo que un pintor soluciona con una mera pincelada. Pero, a la hora de crear, para mí no existen diferencias.

-La gente dice de usted que es un cineasta polémico, ¿qué le parece? 

-No es lo que quiero ser. Quiero ser un artista útil, quiero hacer cosas que tengan valor. Mi primera película, Huner, habló de uno de los sucesos más graves de la historia reciente de Gran Bretaña: 10 hombres que murieron tras una huelga de hambre. Y en Shame quise hablar de cómo la columna vertebral de internet es la pornografía. Quiero hacer cine que obligue a reflexionar.