Editorial

Presión inmobiliaria en el barrio de Sant Antoni

La zona sufre un aumento de precio de la vivienda que la reforma del mercado previsiblemente acentuará

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La parte izquierda del Eixample ha tenido históricamente un perfil más popular que la derecha, tenida por más burguesa. Pero uno de sus barrios, el de Sant Antoni, se está convirtiendo en objetivo principal de inmobiliarias y de inversores extranjeros. No parece tratarse de una moda pasajera, sino todo lo contrario, una tendencia que se incrementará cuando en el 2017 se inaugure, después de ocho años de obras, el remozado mercado que lleva el nombre del barrio, que se alzará como una instalación de referencia y será previsiblemente un foco de atracción aún más potente que antes. El creciente tirón que tiene la zona se está traduciendo, por efecto directo de la ley de la oferta y la demanda, en un continuado aumento de los precios de compra y alquiler de vivienda. Y al ser Sant Antoni un barrio con un alto porcentaje de población de edad avanzada, no es exagerada la hipótesis de que en pocos años el perfil de los residentes en la zona puede cambiar de forma significativa, en perjuicio de quienes llevan años viviendo allí con alquileres más razonables o aspiran a comprar un piso asequible a sus posibilidades. El fenómeno plantea de nuevo la paradoja de que las mejoras que se efectúan en un barrio –en este caso, con la renovación de un mercado– a veces las acaban disfrutando no tanto quienes ya eran vecinos del mismo sino quienes pueden pagar el encarecimiento de la vivienda que se deriva de ese progreso. Y, naturalmente, las inmobiliarias. Sant Antoni no debería morir de éxito.