Zapatero se presenta

JUANCHO DUMALL

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Si el tono de la campaña a las elecciones europeas del 25 de mayo va a ser como el utilizado el sábado en Toledo por el candidato del PP, el todavía ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, tenemos asegurado que vamos a hablar de cualquier cosa menos de los modelos de construcción europea. Convenientemente respaldado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, Arias limitó su discurso a recordarnos lo mal que estaba España con los socialistas y el peligro de que la incipiente recuperación se trunque si se produce una victoria de la lista del PSOE.

Los estrategas de Rajoy, los mismos que le aconsejaron no hacer público el nombre del candidato hasta que no hubiera más remedio y evitar así un desgaste innecesario del ministro, han optado en esta campaña por el recurso a la herencia recibida (hace dos años y medio, por cierto), de manera que las referencias al expresidente Zapatero van a ser constantes. Arias ya ha hecho los números: «Zapatero palmó más de 46.000 millones y Rajoy se trajo 47.000», dijo el candidato del PP en referencia a los fondos estructurales. Y lo proclamó así, sin matiz alguno. Zapatero era un borrico al que engañaban sistemáticamente en Bruselas y Rajoy un lince al que Merkel, Hollande y Cameron no le cuelan ni una.

Brocha gorda

Planteada así la cuestión, las referencias a la candidata socialista, Elena Valenciano, fueron mínimas. Solo una de brocha gorda para decirle que con el anterior Gobierno «no le preocupaba la pobreza infantil». Como ven, un gran nivel. Desengáñense, por tanto, los ingenuos que pensaban que esta campaña electoral iba a ser un buen motivo para defender los valores del europeísmo, discutir las distintas maneras de afrontar la crisis desde Bruselas o señalar los déficits democráticos de la construcción europea. Aquí de lo que vamos a hablar es de la herencia recibida por el PP y de que «España se juega la recuperación» si cometemos el error de no votar a Arias Cañete.

 

Y Catalunya no va a ser una excepción. El president Mas planteó el viernes la cita como una exhibición ante Europa del poderío del soberanismo catalán.