Al contrataque

Zapatero: clásicos y disgustos

XAVIER SARDÀ

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El viernes mantuve una conversación con Zapatero en BTV. Es el hombre tranquilo. Dice que en los momentos de máxima tensión política hay que leer a los clásicos. Manifiesta que él lo hacía cuando era presidente del Gobierno y las cosas se complicaban. Tanto en la charla ante las cámaras como en la conversación en los minutos previos Zapatero insiste en la necesidad de mantener la tranquilidad por encima de todo estrés. La tensión -dice- es la peor consejera para tomar las decisiones oportunas o para entablar negociaciones de mínimos políticos, que según él son la esencia de la democracia.

Pienso que la suya es una razón teórica que poco tiene que ver con la situación por la que atraviesa el país. Dentro de algunos meses podríamos vivir lo que hace siete años era pura ciencia ficción: Esquerra primera fuerza en Catalunya y Podemos al alza en España.

Zapatero es miembro del Consejo de Estado, pero no tuvo que votar el otro día porque no es de la comisión permanente. «Cara al ordenamiento jurídico es muy claro. La legalidad es la que es. Dicho esto, la Generalitat no tiene competencias para hacer una consulta». Le matizo que lo jurídicamente impecable puede ser políticamente poco inteligente.

El momento de la charla en el que Zapatero es más enfático es cuando se refiere a la sentencia del Constitucional que recortó el Estatut: «Voy a decir algo que nunca he dicho con tanta contundencia. Si hubo alguna sentencia de un tribunal en mi etapa como presidente del Gobierno que más disconformidad me produjo y con la que peor me sentí fue la sentencia del Constitucional sobre el Estatut de Catalunya. Había empeñado en él tanta energía... Estaba tan convencido de que ese estatuto votado por los catalanes nos ponía de nuevo en un clima de convivencia dentro de la España democrática...».

Tribunales independientes

Le pregunto si en alguna ocasión hablaba con los miembros del Constitucional para incidir en algún sentido. Niega la mayor y manifiesta querer vivir en un país en el que las sentencias de los tribunales no gusten a los presidentes del Gobierno o a los presidentes de la Generalitat. «Hemos llegado a un punto neurálgico. Yo no deseaba esa sentencia. Para nada. Quería que la sentencia dijese que todo era conforme a la Constitución. Pero vivimos en un país democrático y los tribunales son independientes. Y lo son ¡¡de verdad¡¡».

Insiste en que si él fuera presidente habría dialogado más. Le digo que para dialogar ya es tarde y lo niega tajantemente. Le digo que cualquier día alguien declarará la independencia unilateral en Catalunya.Dice que da igual, porque la independencia no será efectiva, y que además ningún país va a reconocer una Catalunya independiente. Lo dice tranquilo pero convencido. No sé.