El debate sobre la estructura territorial del Estado

Yo pepino, tú uva

Las raíces del conflicto persisten por muchos juegos de manos que se hagan con las balanzas

XAVIER BRU DE SALA

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No hay que ser humanista ni de izquierdas para poseer un sentido del trato justo y equitativo. Los monos capuchinos, que son muy curiosos e inteligentes, están contentos y satisfechos cuando reciben una rodaja de pepino a cambio de un trabajo que consiste a mover palancas. Como en Tiempos modernos de Charlot pero sin estrés. Van trabajando y van comiendo con fruición... hasta que a uno de los felices y muy recompensados trabajadores le cae una uva, mucho más apreciada que el pepino que los demás continúan percibiendo. Cuando observan la discriminación, los simpáticos monos mandan las palancas a la mierda y se ponen literalmente histéricos. ¿Cómo se explica?

Si dispusieran de un profesor de lógica, les explicaría su error. ¿Acaso no es bueno el pepino? ¡No te fijes en el afortunado y confórmate con lo que recibes! Más vale pepino que nada. No seas irracional. Pues no. Por su moral instintiva, fruto de la evolución, rechazan el pepino de la manera más ostentosa si el vecino recibe uva por un trabajo idéntico. Ante las mismas circunstancias, los chimpancés, que no son humanistas pero sí homínidos, reaccionan en primera instancia como los monos, pero a continuación sobreviene una diferencia. El afortunado suele rechazar la uva en bien de la tranquilidad general, que vuelve a reinar inmediatamente. Este sentimiento de la equidad, tan útil para la convivencia del grupo, no está desvinculado de la envidia.

Entre los millones de aplicaciones de tales principios a la conducta humana, elegiremos una que sin duda interesará el lector. A medio camino entre los monos capuchinos y los chimpancés, los dirigentes de la transición española idearon el café para todas las comunidades autónomas. Todos como Catalunya. ¡Viva! ¡Panacea universal! ¿Y el País Vasco? Los privilegios de Euskadi (y de Navarra) no cuentan, no despiertan envidia. Para envidiar el Papa, hay que ser obispo, no canónigo. El canónigo puede envidiar al obispo, nunca al Papa. Ahora bien, si seguimos el símil, deberemos tener en cuenta que Catalunya se considera obispo, no canónigo. De este pequeño y no del todo involuntario detalle proviene el conflicto actual.

Si añadimos el ataque de sinceridad del señor Monago, presidente de Extremadura, que luce su uva y afirma que si los catalanes obtienen uva en vez de pepino, los extremeños tendrán que pasar de la uva al pepino, ya la tenemos armada. Si el presidente Monago lleva razón y si los privilegiados no renuncian a una parte del beneficio obtenido sin equidad, la histeria de España presenta un mal pronóstico. Por muchos juegos de manos que se hagan con las famosas balanzas fiscales, que vuelven a estar de moda, las raíces profundas del conflicto persisten y desestabilizan. Las tribus hispánicas no convivirán en calma fraternal hasta que se resuelva.

Un apunte sobre el cada día más famoso Thomas Piketty. No sé si cambiará el mundo, pero es seguro que ha dado en el clavo sobre la cuestión del pepino y la uva a nivel social. Las desigualdades en el seno de las sociedades occidentales, que no habían dejado de reducirse a lo largo de un siglo, empezaron a crecer a partir de los años 80. Más en algunos países, como EEUU y Reino Unido. De forma moderada en otros, como Alemania y Francia. En cambio, se ha mantenido estable en los países nórdicos, los más igualitarios, y también en Canadá. En España, la crisis ha golpeado con fuerza a los sectores más débiles, de forma que ya volvemos a contar con un malestar social bien justificado. Si quieren un dato aterrador, en EEUU la población reclusa se triplicó en el periodo que va de 1980, cuando rondaba el medio millón de personas, y 1995, año en que alcanzó el millón y medio. El 1,5% de la población activa americana, contra el 0,3% en Francia el mismo 1995.

A pesar de que en su breve manual La economía de las desigualdades los datos comparativos de Piketty no incluyen a España, no hay duda de que la desigualdad ha aumentado de manera exponencial, como indican de manera muy clara el índice de paro y las contracciones salariales. Los monos capuchinos no lo tolerarían. La sociedad tampoco y culpabiliza a los poderosos, de manera especial al PP pero aún más al PSOE. Si la derecha neoliberal española ha actuado como la americana, según su ideario, no diré principios, el PSOE cometió la indelicadeza de olvidarse de la equidad y la igualdad, que son la razón de ser de la izquierda entre los humanos (a pesar de que mantiene cohesionados a todos los homínidos).

Cuidado pues con saltarse las normas elementales de la equidad moral que llevamos inscritas en el fondo de nuestros genes. A los griegos, les trajo la decadencia. A los romanos, les costó un siglo de guerras civiles.