Yihadismo de nuevo cuño

Un detenido por yihadismo en Madrid, en una imagen del pasado junio.

Un detenido por yihadismo en Madrid, en una imagen del pasado junio. / PH/MJB

María Amparo Tortosa-Garrigós

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Con un nuevo atentado en el corazón de otro símbolo de la modernidadNueva York, y la expresión de una festividad de signo occidental, afrontamos un deslizamiento hacia nuevas tipologías de objetivos, antes en Catalunya contra el turismo en pleno debate sobre su masificación.

Al Qaeda atacó más los símbolos del desarrollo económico y grandes infraestructuras, con apoyos logísticos y dependencias orgánicas del exterior, y unas capacidades y sofisticación para perpetrar atentados masivos con mayores afectaciones. Con la emergencia del Estado Islámico, un terrorismo de nuevo cuño empezó a aflorar en 2013 atacando un evento deportivo en Boston con acciones individuales, luego al turismo en Túnez, y se inauguró en 2015 en Europa con los atentados de Francia.

Los del Estado Islámico, o de individuos identificados con éste de forma ideológica pero sin vinculación orgánica, son más rudimentarios, requieren de menos preparación y recursos, de pequeñas células más independientes, a veces de tipo individual, en cuya radicalización interviene "un proceso de identificación ideológica" mucho más rápido que el de Al Qaeda. Mientras los de Al Qaeda utilizaban  más las mezquitas y el adoctrinamiento en prisiones, a los de nuevo cuño les basta con sentarse frente a internet, frustrarse tras llevar un estilo de vida bastante occidental.

No pueden alcanzar el nivel de destrucción que nos infringió Al Qaeda con los atentados del 11-S y el 11-M y, aunque sean de menor alcance, contamos con miles de radicalizados que nacen y crecen dentro de nuestros países que, cada vez más, no son retornados de las zonas de conflicto armado donde reciben entrenamiento. Pueden atentar en cualquier lugar y de cualquier manera y con efecto multiplicador.

Gestión migratoria

Esto hay que gestionarlo desde el 'comprehensive approach', construyendo una arquitectura de cooperación institucional, integrando el motor de los agentes sociales, y tratando de crear sinergias entre políticas sociales, económicas, laborales, educativas, migratorias y de política exterior.

En Europa intervienen factores de política interna, como la errática gestión de la inmigración durante décadas, guetos donde no han penetrado las políticas sociales, una creciente desigualdad social, el abandono de programas de prevención de la radicalización con la crisis y, por supuesto, la necesidad de ser más combativos con el proselitismo.

Las grandes potencias se han centrado más en los vetos migratorios y las campañas bélicas exteriores, que no han acabado con este terrorismo y endeudan a nuestras sociedades, que en asumir que una gestión más especializada de las comunidades musulmanas tiene mucho más que ver con los nacidos y crecidos en Europa. España estuvo menos expuesta durante más de diez años porque hemos integrado mejor la emigración en comparación con otros países europeos, y por la eficaz cooperación judicial y policial con enfoque preventivo. Y aun así hay mucho por hacer en el terreno socio-educativo.