Pequeño observatorio

¿Ya no tienen horas las cortinas?

Cuando se colgaban empezaba el invierno y lo contrario indicaba que había llegado la primavera

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Cuando yo era pequeño, en este momento del año, en las casas del Eixample barcelonés se producía la aparición de las cortinas. Tengo la impresión de que las cortinas de invierno han desaparecido. Sospecho que aquellas cortinas, densas, un poco pesadas, fueron condenadas a muerte por la aparición de la calefacción central. No sé si, aunque fueran de un tejido espeso, eran muy útiles, porque parecía que el frío no venía de fuera sino del suelo de las baldosas. Pero quizás sí que ayudaban a hacer más confortable la sala de estar y los dormitorios del Eixample. Poca gente disponía de calefacción central.

Yo pasé bastante frío, en esa sala y aquel comedor, cuando era pequeño, y los sabañones -que picaban- se enamoraban de mis dedos. Recuerdo muy bien que, cuando jugábamos al escondite, los niños teníamos el instinto de escondernos detrás de una cortina. ¡Santa inocencia! Nos descubrían inmediatamente. Eran más listos los que se escondían bajo una cama o detrás de una puerta.

En aquellos tiempos, las cortinas equivalían a una señal de calendario. Cuando se colgaban, seguro que empezaba el invierno. Cuando las descolgaban, la primavera llamaba a la puerta. Me sorprende que, aún hoy, en las películas de misterio aparezcan a menudo, pero se explica porque son muy útiles para crear suspense. Aquella parte pequeña de un rostro escondido que se deja ver -para el espectador- apartando un poco la cortina para poder espiar -al ladrón o el amante- que está en aquella habitación. La cortina como provocadora de intriga.

Aún hoy la cortina es básica en algunas escenas de teatro si se representa una obra de Shakespeare o un lío medieval. (El regidor debe vigilar que no sea demasiado corta y que el espectador vea los pies del conspirador). Ahora, las cortinas caseras, si no han desaparecido, suelen ser delgadas y decorativas. Solo se les pide que sean bonitas. Los amantes ya no necesitan ese arriesgado escondite.