La rueda

¿Y de los ricos qué?

Desde que empezó la crisis, el patrimonio de la minoría que más tiene no ha dejado de crecer

CARLOS ELORDI

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Hace unos años, cuando la crisis daba miedo a todo el mundo, entre la gente se instaló la idea de que lo que nos había llevado al desastre era la codicia infinita de los bancos y de los ricos, que los gobiernos no habían querido atajar. Hubo quien temió que esa convicción generalizada se saliera de madre y se llevara muchas cosas por delante.

Pero no ha ocurrido nada. Y ahora ni los más radicales insisten mucho en ello. Se sigue pensando que el poder económico es el culpable de muchas cosas. Pero no se dice. Seguramente porque se cree que no vale para mucho hacerlo y que es preferible atacar objetivos más fáciles. Por ejemplo, los partidos rivales. Y en esas estamos. En una campaña electoral que, salvo excepciones, huye de las ideas. De eslogan contra eslogan, sin muchos detalles.

Y eso viene muy bien a quienes más tienen, a quienes mandan de verdad. Aunque su trabajo, y su dinero, les ha costado, han dejado de estar en el ojo del huracán y han podido dedicarse a lo suyo, que es aumentar su riqueza. Y lo están logrando de maravilla. Desde que empezó la crisis, el patrimonio y la renta de la minoría que más tiene se ha distanciado de la de los demás a un ritmo que no tiene precedentes. Sin que ninguna política fiscal ni de control de los movimientos de capitales haya tratado de frenarlo. Y la tendencia se mantiene, si no es que se refuerza.

La mayor parte de los partidos evitan aludir a la contradicción entre los intereses de los ricos y los de los que no lo son. Prefieren hablar de «intereses nacionales». Que diluyen ese contraste. Que permiten decir que todos estamos a lo mismo. Animados por ese espíritu, más de uno ha dicho estos días que si se condonara la deuda que, de aquella manera, Grecia ha contraído con nuestro país, cada español perdería 700 euros. De los bancos, ni pío. Y lo peor es que habrá quien se lo crea.