MIRADOR

El PDECat y ERC

La perspectiva es que este año Esquerra doble en diputados y quizá en votos a la segunda fuerza

Oriol Junqueras y Carles Puigdemont

Oriol Junqueras y Carles Puigdemont / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Todos los sondeos coinciden en augurar el declive electoral de la antigua Convergència. De momento no le ha valido de mucho el cambio de nombre, de caras y de estructuras, como tampoco le valió el de posición. Los dirigentes anteriores, los viejos pujolistas, no quieren oír hablar de sí mismos, y no solo a causa de la corrupción. Los supervivientes de la metamorfosis que va de CDC al PDECat, Artur Mas y Francesc Homs, lo tienen mal, y peor lo tendrían, según los recién llegados, si los tribunales no les hubieran convertido en mártires del 'procés'. Los nuevos mandan, pero nadie les conoce, nadie sabe de dónde salen ni a quiénes o qué representan, y nadie sabe qué pretenden, además de la independencia.

El PDECat es un partido desencajado, con un modelo de sociedad que no es ni chicha ni limonada, poco barcelonés de mente y nada barcelonés de corazón. A pesar del prestigio del 'president' Puigdemont, y más aún si no se vuelve a presentar como anuncia a diestro y siniestro, es muy probable que el PDECat pierda no tan solo el poder, sino sobre todo la perspectiva del poder. Es duro, muy duro, pasar de protagonista a actor de reparto, pero las cosas se presentan así.

En cambio, a Esquerra todo le va bien y, a diferencia de su socio y rival en el campo nacionalista, sin haber hecho gran cosa. Solo persistir, mantenerse, no inmutarse y portarse bien. Puestos a no tener, ERC ni siquiera dispone de mártires del 'procés' como el PDECat y la CUP -Carme Forcadell es mártir de Junts pel Sí-, y no parece que Junqueras y su gente tengan ninguna intención de competir en este santoral, extremo que no les perjudica. La explicación es sencilla: ERC se encuentra en medio de todas las bisectrices.

La sociedad se ha movido hacia el soberanismo y la justicia social y eso, no el propio mérito si descontamos no haber cometido ningún error grave, ha situado a ERC en el centro. Y si en vez de poner independentistas del cinturón a alborotar y hacer propaganda los hubieran nombrado consejeros, ahora quizá tendrían la mayoría absoluta al alcance. A pesar de la flagrante negligencia, la perspectiva es que, este mismo 2017, Esquerra doble en diputados y quizá en votos a la segunda fuerza en unas elecciones catalanas.

Que se cumpla el doble pronóstico, por otra parte casi unánime, que indica una victoria muy holgada de ERC y un descenso vertiginoso del partido de Marta Pascal, no significa la condena a perpetuidad del PDECat al purgatorio de los cuatro o cinco partidos que se disputan una muy reculada segunda plaza.

Si el PDECat quiere recuperar la confianza de la mayoría de votantes, y de militantes, de CDC en la época del esplendor, ha de hacer sus deberes: un modelo de país que no sea percibido como una artimaña para salir del paso; unas formas de articulación social creíbles donde se sientan cómodos liberales, socialcristianos y socialdemócratas; un proyecto integrador de todos los catalanes; la confianza de las nuevas generaciones; y sobre todo, sobre todo, un líder, que no puede ser Mas ni quiere ser Puigdemont. El PDECat está en manos de gestores, parece que buenos gestores. Pero la plaza de líder está vacante. Y solo la podrá ocupar un fuera de serie hoy desconocido o poco conocido.