Mi hermosa lavandería

Whisky barato

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Whisky barato / periodico

Isabel Coixet

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Leí por primera vez un cuento de Cortázar a los 14 años. Se llamaba 'Circe'. Estaba en un libro de la colección de RTVE que costaba 25 pesetas. Mis padres hacían la colección y eso me permitió descubrir desde Stendhal Carlos Fuentes, pasando por William Faulkner y, por supuesto, Julio Cortázar. Y me dejó una huella indeleble. Aún hoy, 40 años después, no puedo acariciar un gato o comerme un bombón o ver escrito el nombre Delia sin dejar de evocar ese relato, que cambió para siempre mi visión de los gatos, los bombones y la vida en general. Luego leí 'Casa tomada' y mi imaginación adolescente llenó de sentido una historia que se me antojaba oscura y luminosa a la vez. Lleno de misterio y de melancolía, y de un asfixiante olor a cerrado, es un texto que me llena la cabeza de imágenes cruzadas de Lucian Freud y de los cromos de 'Vida y color', de largos pasillos a contraluz y armarios que palpitan. Una combinación sin sentido, pero que está llena de él. Es el espacio que los grandes autores nos dejan para que elaboremos nuestra propia historia a partir de lo que ellos nos brindan.

Aceptar ese desafío es quedar enganchado para siempre en la red de la lectura y descubrir el mundo con otros ojos que se superponen a los nuestros.  'El perseguidor''Rayuela', '62 Modelo para armar''Historias de cronopios y de famas'... Los libros de Cortázar me han acompañado, como a millones de lectores en el mundo, durante muchos momentos de mi vida y la han hecho mejor, más rica, más intensa, más extraña, menos predecible. No soy una persona naturalmente compasiva, pero sí siento una compasión real por aquellos que nunca han sido picados por el veneno de la lectura. ¿Qué hacen antes de dormir? ¿Cómo pasan las largas noches de invierno? ¿Y de verano? ¿Dónde hallan consuelo? ¿Cómo aprenden?

Sé por experiencia que los escritores no son ni mejores personas ni más santos que los demás mortales. Mi contacto personal con grandes escritores me permite afirmar que son tipos como usted y como yo, con sus prontos, sus tonterías, sus contradicciones y sus maldades. Algunos son hasta simpáticos. Otros son unos perfectos cabrones. Pero no necesito saber hasta qué grado son humanos. Por eso, voy a evitar cuidadosamente la biografía no autorizada de Julio Cortázar que acaba de aparecer. Francamente, me importa un bledo si 'Casa tomada' está inspirada en una relación incestuosa del autor o si se le ocurrió mientras comía pipas mirando pasar los tranvías. Y todavía me importa menos si quiso más a su madre o a su tercera esposa o a un caniche color canela. Todas estas biografías que escarban en los aspectos más truculentos de la vida de los escritores –hay toneladas de ellas, y sobre algunas ya he hablado en estas páginas– me parecen, como decía Clint Eastwood en una película de Sergio Leone, whisky barato. Receta segura para una formidable resaca.