Al contrataque

Wendy y el País de Nunca-Jamás

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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«No sé si habréis visto alguna vez el mapa de la mente de una persona, pero el País de Nunca-Jamás casi siempre es una isla», dice J. M. Barrie en Peter Pan. Estaba yo en Bolivia la semana pasada cuando, ¡zas!, me quedé tan perpleja como si se me apareciesen Campanilla y el Capitán Garfio. El broche del primer Festival Literario de Santa Cruz, Bolivia, una buena iniciativa para una ciudad en la que más actividad cultural es necesaria, iba a ser un diálogo entre una Wendy de carne y hueso, la autora cubana Wendy Guerra, y su compatriota William Navarrete. El tema: Cuba por dentro y por fuera. En esto que minutos antes el conversatorio fue cancelado. Pronto supimos las razones: Guerra y Navarrete son conocidos por su cuestionamiento del régimen de Castro, y las autoridades bolivianas no querían críticas a Cuba.

En los viajes tomamos distancia geográfica y apreciamos lo que cotidianamente nos rodea, y uno recuerda que hay lugares donde si expresas tu opinión te mandan callar. Tristemente, las importantes mejoras que el Gobierno de Evo Morales ha traído a una sociedad de crueles desigualdades como Bolivia no incluyen la libertad de expresión. Lo bueno que tiene la censura es que, sin necesidad de órdenes, uno mismo empieza a censurarse. Comenté el atropello con otros asistentes al festival, pero no todos se escandalizaban. Algunas reacciones eran tibias, otras escépticas o indiferentes. Entendí que cada cual interpreta el mundo con lo que trae en la maleta y que de poco sirve intentar modificar ese equipaje. La noticia, como el coloquio, estaba muerta, solo a un puñado nos importaba. A pesar de todo, callarme, quedarme inmóvil, me parecía traicionar tanto a los amigos cubanos como al oficio al que pertenecemos: la escritura. Desenmarañar un nudo, eso es escribir. Como estoy haciendo ahora. Extirpar un malestar propio o ajeno indagando en él.

Mucho más que una isla

Katya Adaui, una excelente escritora peruana, me sacó de mi ensimismamiento. «Qué miedo le tienen a la palabra», exclamó con cierto orgullo. Y era muy cierto. Un pequeño coloquio en un pequeño festival de un pequeño rincón del mundo ante una pequeña audiencia de apenas 40 personas ¿requería tanto control? Sí, porque, congelada en el tiempo, Cuba es mucho más que una isla. Cualquier cubano, viaje donde viaje, afronta innumerables prejuicios ante los que debe inevitablemente posicionarse. La idea de Cuba con toda su belleza, sus contradicciones, su mitología, se cuela siempre en su maleta condenándolos a cargar con ella. Barrie, al describir hace cien años el País de Nunca-Jamás, ya lo explicaba: «Todo eso, o bien forma parte de la Isla o son otros mapas que se solapan con el de ella hasta confundirse bastante, porque además nada de ello se está quieto».