El turno

Wembley, Núñez, Catar

MARÇAL SINTES

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Los miembros del jurado delcasoTous estaban alojados el sábado en un hotel de Castelldefels. Tenían prohibido cualquier contacto con los medios de comunicación para que lo que oyeran o vieran no afectara su criterio, no loscontaminara. Aun así, la autoridad judicial hizo una excepción en su régimen de aislamiento y les dejó poner la televisión para poder ver el Barça-Manchester United. Fueron muchos los catalanes que hicieron exactamente lo mismo aquel anochecer, hasta el punto de que se puede afirmar que el país quedó paralizado. En Wembley lloviznó antes de que empezara el partido, pero el campo era una perfecta alfombra verde. A pesar de que los ingleses gritaban como unos bárbaros, no se produjeron incidentes entre las dos aficiones.

Pocas horas después delmatch, el expresidente Josep-Lluís Núñezse encontraba sentado en un rincón del Museo de Historia Natural de Londres. Ensimismado, parecía dialogar mentalmente con el imponente esqueleto del dinosaurio que preside la entrada. Alquilar el museo para convertirlo en discoteca para un solo uso fue una gran idea. No sé quién del club la tuvo, pero seguro que no fue elgenio que ha provocado que en la nueva camiseta la Qatar Foundation desplace a Unicef a la parte lumbar de la espalda de los jugadores. Es una gran equivocación que no me pude sacar de la cabeza el sábado mientras contemplaba cómo los futbolistas se exhibían encima del terreno de juego. Poner la Unicef en la camiseta fue una de las mejores cosas de la junta deJoan Laporta,que sí que entendió que el Barça es un símbolo planetario y que, por lo tanto, es absolutamente trascendental con qué y con quién se asocia, qué connotación tiene hacerlo. La apuesta por Unicef era valiente e inteligente; la apuesta por una fundación ligada a una dictadura islámica no es nada más que un negocio feo y desagradable.