La clave

Vuelve la sopa de letras

En el 2015 es posible organizar una campaña electoral local con poco más de 500 euros

ALBERT SÁEZ

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En los inicios del régimen del 78, la prensa tardofranquista intentó desacreditar la democracia presentándola como un guirigay en el que resultaría difícil entenderse y tomar decisiones. Los viejos leones del partido único falangista bautizaron el estallido de partidos políticos con la despectiva expresión de la «sopa de letras». Buena parte de las férreas leyes fundamentales del bipartidismo se redactaron pensando en evitar ese peligro anunciado por los que no se atrevían a oponerse a la democracia pero intentaban desacreditarla antes de su advenimiento.

Hay vida fuera de Madrid y Barcelona aunque a menudo no salga ni en los medios de información ni en el trending topic de las redes sociales. Y en ese mundo real, en las poblaciones medianas y pequeñas, el 24-M trae una nueva sopa de letras. Es evidente que Podemos y Ciudadanos son las estrellas emergentes del momento. Pero no son las únicas. Hay también una proliferación de siglas políticas locales, auténticas agrupaciones de electores que han dado el paso y se presentan a las elecciones municipales.

Campañas 'low cost'

La causa principal es, evidentemente, el desprestigio de los partidos del 78. Unos porque se han visto envueltos en múltiples casos de corrupción. Otros porque sus estructuras, hipercentralizadas en muchos casos, no les permiten atender las demandas locales. Y los terceros en discordia simplemente por inoperantes. Pero la tecnología también ha tenido su papel. El entorno digital reduce la barrera económica de entrada al mercado electoral, especialmente al local. En el 2015 es posible organizar una campaña electoral local con poco más de 500 euros. Una página de Facebook para aglutinar a los afines, un buen mail para distribuir el programa, unos actos convocados por Twitter y poca cosa más permiten armar una candidatura con posibilidades de obtener algún concejal.

Vivimos una repolitización de la sociedad tras años de desafección. Es positivo. El reto no es la diversidad, no son las letras, sino tener la suficiente cultura democrática para cocinar la sopa. Lo negativo sería la dispersión.