LA ERA DE LA POSVERDAD

A vueltas con la verdad

La pérdida de referentes indiscutibles favorece el auge del populismo entre la maraña de interpretaciones de los hechos

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ANTONIO SITGES-SERRA

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Ya conocen las noticias,

ahora les contaremos la verdad

El Gran Wyoming

"El mundo son los hechos", escribió Wittgenstein como primera línea de su 'Tractatus'. Esta rotunda, corta y densa sentencia ha marcado mucho mi modo de pensar: los hechos imponen respeto. Por contra, Nietzsche afirmaba: "No hay hechos, solo interpretaciones". En estas que tercia Ricoeur y propone un pacto sagaz: existen los hechos cuya narración genera relatos que son susceptibles de interpretaciones y juicios. Creo que acierta. Apliquemos su idea a la muerte de Fidel Castro. Un hecho: el dictador comunista Castro muere; un relato (aquí se la juega el periodismo): Ana Blanco, el imperturbable rostro del 'prime time' de TVE, relata el hecho y sus circunstancias; una interpretación: pero ¿cuál? La de Alberto Garzón ensalzando la figura revolucionaria, la del exiliado que celebra el adiós al tirano o la ambigua opinión de Rajoy que señala a Castro como un personaje histórico (evitando el juicio y ateniéndose a los hechos).

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Los seguidores de Nietzsche concluyen que las interpretaciones han sustituido a la verdad. Más aún: la auténtica democracia implicaría que no hay verdad fuera de aquello que opina la mayoría. Es la tesis que defiende el brillante sofista, anarquista y cristiano de izquierdas Gianni Vattimo, que al igual que sus homónimos griegos de la antigüedad, combate la verdad plantando cara al mito de la caverna. Hoy, afirma Vattimo, ya no hay nadie que salga de ninguna cueva para recibir la luz de las Ideas; nos movemos entre las sombras de las interpretaciones, y la verdad no es más que el consenso de aquellos que viven en la penumbra. El filósofo italiano apela en su favor a la obra de Popper, 'La sociedad abierta'. Si no recuerdo mal, Popper no iba más allá de reconocer certezas (afirmaciones próximas a los hechos) mientras que sospechaba de aquellos que apostaban por las verdades, algo que le enfrentó al místico Wittgenstein.

LAS MENTIRAS DE LA GUERRA DE IRAK

El debate sobre la verdad, los hechos y los juicios cubre, pues, 25 siglos, pero la controversia se ha recrudecido recientemente. Quizá todo empezó con las mentiras que nos llevaron a la guerra de Irak donde los hechos desmintieron los argumentos belicistas. Muy nietzscheano, pues, el trío de las Azores. Y es que como escribió la platónica Arendt: "las posibilidades de que la verdad de los hechos sobreviva a la embestida feroz del poder son muy escasas"Orwell vino a decir lo mismo cuando en 1984 mostraba que el resorte más eficaz del poder autócrata es reescribir los hechos pasados de modo que éstos desaparezcan como referencia.

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Creo, pues, con todo respeto y absoluta modestia, que Vattimo no acierta al igualar ausencia de verdad -o verdad por consenso- a democracia, cuando reduce la verdad a una certeza histórica, contingente y transitoria. Por el contrario, atenerse a los hechos y evitar según qué interpretaciones sería el modo democrático por excelencia, pero para ello se necesita algún referente indiscutible y un relato imparcial. ¿Se han perdido estos? Así lo creyó Eliot cuando escribió: "¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?¿dónde el conocimiento que hemos perdido con la información?". Que en lenguaje plano viene a decir que la verdad se ha perdido en las certezas (de la ciencia) y que el buen juicio se ha perdido entre una maraña de las interpretaciones.

UN MUNDO MÁS LÍQUIDO

La pérdida de referentes es hoy un hecho que alimenta el populismo y ha hecho que el mundo de Wittgenstein sea menos mundo, más líquido dicen los posmodernos. Por si fuera poco, a esa liquidez inherente a las interpretaciones y a la duda, recientemente elogiada por Victòria Camps, se le añade hoy (¡cuánta razón llevaba Arendt!) una desconsideración del poder hacia los hechos que los anglosajones han bautizado como 'posverdad' (post truth) que viene a ser algo así como una mentira útil a una causa.

Por estas fechas parece oportuno recordar que el cristianismo también moja en esta salsa con una propuesta original. Tomás le pregunta a Cristo qué camino debe seguir en la vida y éste le responde: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Según el evangelista Juan, pues, la verdad no es un dogma, ni un sistema filosófico, ni un baremo moral; la verdad es una forma de vivir la vida semejante a cómo la vivió Cristo. Acaso se refiere Vattimo a este pasaje cuando, después de ensalzar el nihilismo nietzscheano como heraldo de las democracias (¡manda huevos!), propone que lo que nos quedará siempre es el sermón de la montaña, a saber: la caridad y la solidaridad. ¡Ya ven ustedes, de tanto caminar hacia el Este hemos comparecido de nuevo en el Oeste!