Un vuelo sin turbulencias
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Yo creo que es imposible estar concentrado los 90 minutos de un partido. Vamos, como aficionado estoy seguro, pero es que por fuerza tiene que haber momentos en que los jugadores dejen vagar su mirada por el césped o las gradas. Instantes en los que su mente salga del partido y, aprovechando una falta, una lesión del rival, piensen: "¿He puesto gasolina en el coche?", o "¿cómo se llama el protagonista de 'Blade Runner 2049'?". Me encantaría poder oír los diálogos de los jugadores en el campo, el ritmo de sus pensamientos cuando van al trote. Aunque sean unos profesionales, los futbolistas no viven aislados del mundo y siempre hay alguna grieta por donde se cuela la realidad. Cuenta la leyenda que cierto delantero holandés, azulgrana, tenía un ojo de halcón para avistar a las aficionadas que estaban cerca del córner y, cada vez que se acercaba por allí les tiraba los tejos...
El fútbol también es el hijo de Messi, el socio que se queja en la asamblea y Guardiola ejerciendo de cónsul honorario de Catalunya en Manchester
Lo cierto es que el fútbol no solo nos gusta por el frenesí de los partidos maravillosos. Nos gusta por todo lo que ocurre fuera de los 90 minutos sobre el césped, antes y después. El fútbol son muchas cosas. Es ese señor que ayer, en la asamblea de compromisarios, se quejaba de los socios que ponen los pies en los respaldos del asiento. O ese otro que preguntaba por la función en el Barça de Braida y Rexach. El fútbol es Mateo, el hijo de Leo Messi, escuchando en el coche la canción de 'En Joan petit com balla', y luego Piqué jugando en un tuit: "Si es que en Catalunya no paramos de adoctrinar a los niños". El fútbol también es Guardiola ejerciendo de cónsul honorario de Catalunya en Manchester.
Por todo eso me cuesta imaginar, por ejemplo, que en la noche de ayer, con las calles de Barcelona llenas, con cientos de miles de personas manifestándose -una vez más- contra ese gobierno que interpreta la Constitución como una ouija conectada con el viejo palacio del Pardo, los jugadores de Barça y Málaga no pensaran en el trasiego político que vive el país. No digo que discutieran sobre la aplicación del 155 entre regate y regate, pero sí que el ambiente tenía que notarse de alguna forma.
La banda sonora de las divagaciones
Los cánticos de la afición eran una banda sonora ideal para las divagaciones. Es probable que los que apuraron el tiempo en la manifestación se perdieran el gol temprano de Deulofeu, y cuando Puigdemont empezó a hablar inglés en su discurso, Messi estuvo a punto de meter gol. Al final el partido fue un juego de vuelo bajo, dos goles justitos, y era como si el Barça quisiera evitar las turbulencias de un día turbio para la democracia.
El partido fue de vuelo bajo, como si el Barça quisiera evitar las turbulencias de un día turbio para la democracia
La jornada había empezado con el presidente, Josep Maria Bartomeu, exigiendo respeto para la institución del FC Barcelona y recordando que el Camp Nou es "un espacio de libre expresión, concordia y respeto". En los últimos años hemos visto como esta libertad de expresión estaba amenazada: denuncias por pitos al rey, 'estelades' prohibidas, denuncias por cánticos... Como última muestra, el sainete de anteayer con la bandera catalana en el campo del Reus. Como decía Vázquez Montalbán, hubo una época en la que el Barça era el brazo armado de Catalunya. Con el 155, me temo, vamos a peor y ni eso nos dejarán ser.
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