Pequeño observatorio

Voluntad y suerte en la vejez

JOSEP MARIA ESPINÀS

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He leído en 'Dominical', la revista de fin de semana de este diario, una entrevista con Josep Abril, diseñador de moda. Debo confesar que no estoy al corriente de ese oficio. Quizá alguna vez he entretenido la espera en una visita médica hojeando una revista en la que había páginas dedicadas a las últimas creaciones de la moda. Pero pronto me he desinteresado. No me pasa lo mismo en la sala de espera de la doctora Pozo, donde hay un pequeño mueble con dos docenas de libros de poesía con textos adecuados a un limitado rato de lectura.

Volviendo a la entrevista con Abril, encuentro esta frase: «Me gusta hacer ropa que envejezca conmigo». Es una idea sugestiva, aunque no creo que nos lo tengamos que tomar al pie de la letra. Quizá lo que quiere decir es que una manera de vestir debe adecuarse a la edad de quien lleva la ropa. Que no es acertado creer que llegados a cierta edad tenemos que ponernos algunas prendas que desentonen demasiado.

Aviso del diseñador

Ya sé que hoy existe una cierta tendencia a mezclar colores en el vestuario, pero algo que es expresamente juvenil no siempre es aconsejable cuando se tienen bastantes años. Reconozco que la edad puede hacerme anticuado, pero lo interpreto como un aviso prudente del diseñador: «Que la ropa envejezca contigo». No se trata de que la ropa esté visiblemente gastada por el paso del tiempo, sino de que encaje adecuadamente con la madurez o la vejez.

En un soneto, Ronsard dice que un hombre no es viejo si no lo siente. «Nadie es viejo si no quiere». Quien haga caso de esta rotunda sentencia se expone a hacer el ridículo, como lo hace la mujer que se viste o adorna como una chica que acaba de estrenar la vida social.

Mire, ilustre Ronsard, esto de ser viejo, o no, no es una cuestión de voluntad. Y tampoco es recomendable engañarse. A partir de la aceptación, se puede intentar construir una vejez razonable. Siempre a partir de una mínima dosis de suerte.