Editorial

Voluntad de diálogo

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La reunión de ayer entre el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, puede calificarse sin duda como la cita del deshielo. Al final de los 75 minutos que duró, no hubo concreciones, pero sí algo muy importante: voluntad de diálogo desde la discrepancia sobre cómo encauzar el conflicto territorial. Un gesto que no le sale gratis a Sánchez por la reticencia de sus socios de Ciudadanos y la de más de un barón socialista. Desde que la tensión se manifestó en toda su crudeza en septiembre del 2012, Mariano Rajoy y Artur Mas habían dialogado de forma pública una sola vez, en julio del 2014, cuando el entonces 'president' presentó los famosos 23 puntos de reclamaciones. Entendido más como excusa que como punto de negociación, el documento duerme desde entonces en algún cajón. Poco después llegó otra Diada masiva y dos meses más tarde, el reto de la consulta del 9-N judicializó el 'procés'. Y el contumaz silencio del Gobierno del PP no ha hecho más que ampliar la brecha.

Tras la fallida investidura, Sánchez hace honor a su compromiso de dar el primer paso para hablar, y Puigdemont ha respondido con la misma disposición. Como ayer admitió la portavoz del Govern, Neus Munté, se ha constatado «una primera diferencia entre Rajoy y Sánchez». Una obviedad que demasiadas veces les cuesta admitir a los nacionalistas. La Generalitat sigue con el mantra de la 'desconexión exprés' en 16 meses, aunque cada vez son más las voces -ayer, la del exconseller Mas-Colell- que consideran que ese plazo es más un estorbo que una meta. Si prestamos atención a los movimientos que se registran en la 'nueva' Convergència, orientados a recuperar el estadio del derecho a decidir, podemos aspirar, caso de que no haya adelanto electoral y se pueda formar un Gobierno renovador en España, a que se encuentre una vía para encauzar el contencioso catalán. Sánchez ya ha dicho que no busca en esto el mercadeo del apoyo de Democràcia i Llibertat, en caso de nuevo intento de investidura, pero es cierto que el grupo de Francesc Homs se sentiría más cómodo con una abstención que con un 'no', siempre que se aprecie algún gesto. Hace más de cuatro años que se han ido dinamitando los puentes y no podemos pretender ahora que todo se arregle en dos días, pero hoy vemos un poco de luz, aunque sea dentro del túnel.