Al contrataque

Vivir con pañuelo

Un grupo de forenses examinan el camión del atentado, anoche en Niza.

Un grupo de forenses examinan el camión del atentado, anoche en Niza.

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Hace tiempo que tengo una idea, pero quienes no nacimos emprendedores tenemos muchas ideas guardadas en los cajones. Las más fuertes bullen y rascan contra la madera de nuestro escritorio, quieren salir, otras sencillamente se evaporan por falta de riego. Si nos cruzamos con alguien que crea en ellas, un productor, un editor, tomarán forma. La cultura es un engranaje y todas piezas hacen falta.

Era el otoño y rodaba en una playa del Maresme. Atardecía, la luz era preciosa. El pequeño equipo grababa las olas, el horizonte, las luces del paseo marítimo que se encendían sobre el incipiente crepúsculo. Cuatro chicas con pañuelo paseaban por la playa solitaria. Se reían. Se hacían fotos unas a otras. Me dije: quiero saber más sobre ellas. Otro día en mi pueblo del extrarradio de Madrid tomé el bus interurbano. Es curioso, pero con frecuencia en el bus vamos más mujeres que hombres, el transporte público también tiene su segmentación por clase y género.

EL AUTOBÚS DE LAS MUJERES

Una tarde en Barcelona bajando por Balmes solo había pasajeras en el bus y allí se me ocurrió otra idea, el autobús de las mujeres. Pues bien, en mi bus del extrarradio había dos amigas de unos 15 años, alumnas del instituto, con sus carpetas, su 'hiyab', charlaban y se reían. La curiosidad volvió: ¿cómo ven ellas la vida? No hace falta mucho más para que nazca una película o una novela.

El jueves por la noche cuando supe del atentado contra la multitud en Niza, mi deseo de escribir esa película sobre adolescentes musulmanes en España se avivó, porque aunque nuestros vecinos del otro lado del Estrecho sean el colectivo más grande y más antiguo con el que compartimos nuestro país (774.383 marroquís empadronados en el 2014, a los que hay que sumar a las personas que adquirieron la nacionalidad española tras muchos años de residencia) por lo general son invisibles. Si no es para algo malo, están ausentes en las noticias, en la ficción, en nuestras celebraciones, en nuestro imaginario.

Deben de ser unos vecinos muy discretos y pacientes, porque no se quejan y rara vez dicen una palabra más alta que otra. Ni en las series ni en las películas aparecen con normalidad. Las actrices de apariencia no europea están hartas de escuchar en las pruebas de 'casting' «no das el perfil», como si en España no vivieran dominicanos, peruanos, norteafricanos, asiáticos…

Pero esa invisibilidad también es una riqueza, un yacimiento irresistible de historias que esperan ser contadas para que nadie crea ni por un segundo que todas esas chicas y chicos musulmanes que viven en España tienen algo que ver con quienes estrellan camiones contra los viandantes de Niza en nombre del odio. Podrán matar, pero no permitamos que crezcan la xenofobia y los prejuicios.