EL ANFITEATRO

Vivaldi habita en Turín

El Teatro Regio recupera la ópera 'L'incoronazione di Dario' del compositor veneciano

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ROSA MASSAGUÉ

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Antonio Vivaldi apenas tuvo relación con la ciudad de Turín, pero la capital del Piamonte es hoy depositaria de más del 90% de su patrimonio musical que conserva la Biblioteca Nacional Universitaria (el resto está casi todo en Dresde). Quien quiera consultar las partituras originales del músico veneciano debe encaminar sus pasos a dicha ciudad a los pies de los Alpes occidentales. Para hacer valer este patrimonio extraordinario, durante todo el mes de abril la ciudad ha tenido un Festival Antonio Vivaldi al que el Teatro Regio ha contribuido con la representación de la ópera ‘L’incoronazione di Dario’, estrenada hace exactamente 300 años, dirigida en esta ocasión por Ottavio Dantone.

La ópera es la séptima de las 45 que compuso ‘el cura rojo’. Como era frecuente en la época, una vez estrenada desapareció del repertorio. Algunos compositores de ópera de aquella época o anteriores como Francesco Cavalli están siendo recuperados a buen ritmo. No es el caso de la producción operística de Vivaldi. Su ‘Farnace’ u ‘Orlando furioso’ serían excepciones. Por ello, la propuesta del Regio turinés de presentar ‘L’incoronazione di Dario’, una obra que en tiempos modernos solo se vio en 1978 en Siena, merece el aplauso y lo merece doblemente por un resultado artístico de calidad.

AMOR Y PODER // El libreto del poeta Adriano Morselli cuenta la llegada al trono imperial persa de Dario tras la muerte del emperador Ciro. El relato histórico es muy aproximado dado el desconocimiento que había en la época de los sasánidas. No se conocían imágenes de Persia y cabe añadir que Herodoto que escribió la historia en el siglo V a.C no fue traducido al latín hasta el siglo XV. O sea que Morselli dio rienda suelta a su imaginación para situar la acción en un lugar exótico.

Será sucesor de Ciro quien se case con la primogénita Statira, una joven ingenua y de pocas luces, hermana de Argene, una intrigante de tomo y lomo. Dario, Oronte y Arpago son los aspirantes a la mano de la inocente. Las luchas por el trono por parte de ellos, y por un marido por parte de ellas tejen un entramado inacabable de intrigas en las que no falta una confidente alcahueta (Flora), un filósofo tirando a cínico (Niceno) y una princesa despechada por el  abandono de un amante arribista que aspira al trono (Alinda).

La ópera tiene tres actos y toda la intriga entre seria y cómica se reparte en 50 escenas, un número muy elevado. Vivaldi consigue explicar el embrollo a la perfección con su música en la que la orquesta tiene un papel que no es solo el de acompañar a las voces. El autor de conciertos es muy audible. Sin romper ninguna regla consigue dar una gran agilidad a las arias. Refleja a la perfección cuánto ocurre en la escena y lo hace con un uso muy estudiado de los instrumentos. Por ejemplo, la combinación de violín y violonchelo en un par de arias ‘pajariles’, como en ‘Sentiró fra ramo e ramo’ que canta Statira. O el uso del fagot que acompaña humorísticamente en son de mofa un aria del cínico Niceno. El músico veneciano incorpora además una gran variación de números a varias voces.

Dantone ha dirigido la opera en versión de concierto y la ha grabado con su formación, la Accademia Bizantina. El director, que acompañaba los recitativos al clavicémbalo, tuvo que superar varias dificultades. La orquesta del Regio cuenta con pocos especialistas en barroco y tocaba con instrumentos modernos con la salvedad de las cuerdas que utilizaban los arcos antiguos. El otro inconveniente era la amplitud de la sala con capacidad para 1.750 espectadores. Dantone superó ambos escollos y el resultado fue una interpretación viva, atenta a la rica y ágil escritura de Vivaldi.     

POZOS DE PETRÓLEO // Leo Muscato firmaba la dirección escénica dando espacio a los alumnos de la turinesa Accademia Albertina, una de las academias de bellas artes más antiguas de Italia, para el diseño de la escenografía y el vestuario. El planteamiento de Muscato partía de la idea de que hoy más que nunca el poder está representado por el económico, de modo que convierte el imperio de Ciro en el de un jeque del petróleo.

El decorado de las escenas exteriores era el de un campo de pozos de extracción de crudo en medio del desierto con los típicos tubos y chimeneas, mientras que las escenas interiores se desarrollaban en unas estancias plagadas de dorados en los que dominaba una ostentación vulgar del lujo. Podrían muy bien ser las del palacio de un magnate árabe, pero también habitaciones de la Trump Tower. En la lectura hecha por el director de escena se reforzaba el carácter cómico de la trama.

Y así aparecía una brillante Sara Mingardo en el papel de Statira que rezumaba comicidad por todas partes, tanto gestual como vocalmente. Lo mismo que Delphine Galou como la astuta hermana Argene, y Riccardo Novaro en el agradecido papel de Niceno, un antecesor del Don Alfonso mozartiano.

Los aspirantes al trono Oronte y Arpago estaban interpretados respectivamente por la mezzosoprano Lucia Cirillo y la soprano Veronica Cangemi. El tenor Carlo Allemano era Dario. El resto del reparto estaba formado por Roberta Mameli (Alinda), Romina Tomasoni (Flora) y Cullen Gandy (Sombra de Ciro y Oráculo).

Desde el punto de vista musical e interpretativo, esta ‘Incoronazione’ estaba en las antípodas del ‘Teuzzone’, también de Vivaldi, que Jordi Savall y Le Concert des Nations ofrecieron en el Liceu, en versión de concierto, hace un par de meses.

Ópera vista el 22 de abril.

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